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Desde mi escaño

Rita Maestre, corderita degollada, hoy mohína y ayer despelotada

¡Pobre Rita Maestre! ¡Pobre jovenzuela atormentada cual corderita camino del matadero! Quien no te conozca, que te compre. Pero lo que ya te hemos visto en acción, una mujerona de pelo en pecho, no nos la das con queso, preciosa.

Rita, la que la ropa se quita y enseñando pechuga a la concurrencia excita, parecía hoy una alumna ejemplar de las Escuelas Pías, una novicia que jamás osó a decir taco alguno. Una modosa concejal impoluta ante su señoría, pero ésta no lo dudó: “Usted, querida Rita, no es santa, sino más bien una suerte de arpía”.

La pobre podemita, con cara de angelita, intentó reducir su asalto a la capillita en mera anecdotita. Pero la Justicia no pica, Rita. La evidencia no dejará en paz tu conciencia. Reconócelo de una vez, puñetas, tú eras la que enseñaste a medias las tetas. ¿Por qué ahora tanto te cuesta, no enseñarla, sino reconocer que te los pasaste teta en tu particular y sacrílega fiesta?

Ay Rita, que te ha quedado más tiesa que una patata frita. La próxima vez que quieras quedarte desnuda no te vayas a la capilla a mostrar el poder clitoriano dejando a la vista el ano. Acércate por La Ermita, que es un bar, no una Iglesia. No tiene altar, pero sí unas bebidas que a consumir te incitan. Igual, con un poco de suerte, montas un streaptease y los dueños van y a las consumiciones te invitan.

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