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Desde mi escaño

Primero Alsasua y ahora la agresión proetarra al líder de los jóvenes del PP en Vizcaya

La agresión a dos guardias civiles en Alsasua no fue casualidad. Los hechos hablan por sí solos. Estamos asistiendo a un rebrote (si es que alguna vez dejó de existir) de la violencia proetarra, de esos amigos de la kale borroka, de esos abertzales de corte de pelo al estilo hachazo, de estéticas batasunas y de tipas a lo Anna Gabriel, con una estética alejada completamente del erotismo. Vamos, ver a una de esas bilduetarras por la calle y dan ganas inmediatamente de hacerse monje cartujo.

Pero a lo que iba. Resulta que hace unos días el presidente de las Nuevas Generaciones del PP en Vizcaya, Nacho Toca, era agredido en un bar del centro de Bilbao sin que mediase provocación alguna. Un sujeto, un cobarde de tres al cuarto que tuvo que hacerse acompañar de una cuadrilla igual que cobarde que él, le preguntó a este joven si pertenecía o era el máximo dirigente de las NN.GG vizcaínas.

Toca, que nada tenía que ocultar, dijo que sí y al rato ese mismo elemento, en cuanto vio al joven despistado o entretenido con su gente, le arreó un meco que podía haberle dejado en el sitio. ¿Detenciones? De momento, ninguna, porque la máxima del País Vasco es facilitar la agresión, pero sobre todo la huida para que la policía ya sólo pueda tomar testimonio del agredido y el resto de la concurrencia callada en ese perfecto papel de extra en ‘La ley del silencio’.

Una de las primeras cuestiones que tiene que atajar el nuevo Gobierno que dejará de estar en funciones a partir del próximo 3 de noviembre de 2016 es centrarse en saber qué está pasando por los bajos fondos de Euskadi. Hay que ponerle cerco y erradicar cualquier foco que contribuya a que a alguno de esos abertzales de nuevo cuño, jóvenes a los que han lavado el cerebro en las ikastolas, no tenga la infeliz idea de empuñar un arma, manipular un artefacto y dedicarse al tiro en la nuca o a las bombas lapa.

Insisto, estos actos violentos como los de Alsasua o Bilbao no son casuales y si no erradicamos de raíz este nuevo cáncer corremos el riesgo de que se produzca la metástasis del mismo y ya sabemos cómo de dañina es esta violencia. Más o menos 900 muertos atestiguan y dan fiel reflejo de que los etarras quieren seguir imponiendo su régimen de terror de cualquier forma y condición, haciendo que la sociedad que no quiere saber nada de ellos viva en un continuo régimen de terror.

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