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Desde mi escaño

La nueva alergia de los abertzales de Alsasua: odio a los medios de comunicación (españoles)

Les gustaría que escribiéramos al dictado, que contásemos únicamente su versión de los hechos y, por supuesto, cada palabra, cada sílaba, drapeada por el victimismo abertzale y muchas gotas de antiespañolismo lacrimógeno. Esa sería la crónica ideal y soñada por quienes pretenden hacernos ver a los demás que en Alsasua no pasa nada fuera de lo normal. Eso sí, una normalidad que se basa en la amenaza a la Guardia Civil, a cualquier muestra de españolidad o incluso a poder ser sospechoso de animar al Real Madrid, rancio equipo franquista para estos elementos a los que la palabra diálogo se asemeja tanto como hablar en sanscrito con la mula Francis.

La bella localidad navarra está gobernada por un alcalde taciturno, taimado, bizcochable y sumamente maleable. Javier Ollo se ha convertido en el perfecto banderín de enganche para que los violentos campen a sus anchas, hagan y deshagan a sus anchas y, sobre todo, se permitan jeringar con la total pasividad del equipo municipal el descanso de dos guardias civiles en un bar de la localidad. Claro, ¿cómo un símbolo de la España represora puede estar provocando yendo a tomar una copa a un local donde se dan cita los radicales? (Ironía modo on).

Ahora, los bestias que salen a las calles pancarta en mano y aviesas intenciones en su cabeza están decididos a hacerle la vida imposible a los medios de comunicación que han decidido desplazarse hasta Alsasua para ser fieles notarios de la actualidad. Las huestes de Ollo, perfectamente alentadas, ya han salido a decirle de una manera bien clara a los periodista que ahí no se graba o, cuando menos, que las imágenes que se tomen serán las que ellos quieran. Todo muy alentador y muy reconfortante. De nuevo ironía en modo on.

Una vez más habrá que recordarles a estos elementos que Alsasua, en primer lugar, no es de ellos, que 100 elementos subversivos no pueden representar al conjunto, que la localidad, mal que les pese, no es parte (ni lo será) de Euskal Herria y que, por supuesto, es más española que la tortilla de patatas. Si tanta alergia les da vivir en territorio español, cojan la maleta y váyanse a Groelandia, a ver si el frío les baja sus calenturientos pensamientos independentistas.

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