La ministra al tran-tran
Magdalena Álvarez, a la sazón titular de Fomento (follones y conflictos, entre otras cosas) ha vuelto a dar la nota esta semana en la presentación de una obras. Y no porque éstas ya hayan comenzado con mal o buen pie, sino porque cada vez que esta mujer tiene delante de sí un micrófono se las apaña para que nadie se entere de lo que está diciendo, habilidad que ha debido de adquirir en el Senado y en el Congreso de los Diputados, puesto que cada vez que tiene que comparecer, sus intervenciones son, cuando menos, un chiste bastante malo (y eso si no les da por llorar a sus señorías, bien de la risa o bien del ridículo ajeno).
Lo cierto es que esta ministra, que algunos ya la llaman al tran-tran, por las dificultades evidentes que tiene a la hora de vocalizar, tiene el triste récord, entre otros, de haber tenido a toda una tropa de asesores de comunicación, pero éstos, al parecer, deben ser una panda de inútiles, dado el poco tiempo que duran al lado de Maleni. Claro, cuando uno investiga un poco, se da cuenta de que es imposible aguantar tanto tiempo a las órdenes de este personaje. La mala leche que destila es increíble y quienes conocen un poco el paño suelen alejarse de su vera cuando le entran esos ataques de ira.
El que todavía debe estar trochándose de la risa es Manuel Chaves, presidente de la Comunidad Autónoma de Andalucía, dado que le vendió a Zapatero a una gestora bastante inepta en todos los sentidos. Porque, sin querer faltar al respeto, uno puede tener más o menos habilidad en el uso de la palabra, pero lo que no es de recibo es que una autoridad como se supone que es un ministro (ministra en este caso) sufra tantas trabas a la hora de articular dos palabras seguidas. A uno le dan un cargo por lo que vale y por la imagen que ofrece ante los demás. Está claro que en el caso de la señora Álvarez no se cumplen ninguna de esas premisas, pero parece que la estrategia es mantenerla para así evitar que todas las críticas le llegasen a Zapinocho.
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