El juzgador juzgado
El Tribunal Supremo le ha parado, momentáneamente, eso sí, los pies al supermegafigura togada de la Audiencia Nacional. Baltasar Garzón, el paladín de las injusticias a la carta (la socialista, claro), acaba de recibir la noticia de que ha sido imputado por aquella medida de empezar a revisar a fondo toda la faramalla del franquismo, empezando por solicitar el certificado de defunción del Generalísimo hasta abrir tumbas aquí y allá, a diestro y a siniestro. Pues bien, cuando él superjuez creyó que trasladando la causa a los juzgados provinciales ya estaba el asunto olvidado, el Tribunal Supremo, por medio de una demanda de la asociación Manos Limpias le van a pedir cuentas por una presunta prevaricación. Estoy convencido de que a estas horas aún no se ha repuesto del soponcio. Entre esto y dejarle sin presidir su órgano, la Audiencia Nacional, debe estar el personaje puñetero (por lo de las puñetas en las mangas) que trina, que fuma en pipa y acordándose de la madre de más de uno. Desde luego, que tengan cuidado los de Manos Limpias, que dentro de poco acabarán siendo su objetivo prioritario. Pues no es nadie aquí el SG, SúperGarzón.
La verdad es que uno tiene cada vez menos fe en la Justicia, sobre todo cuando es el poderoso y el prepotente quien tiene que ser juzgado por sus delitos, pero al menos siempre se levanta esa leve ráfaga de viento fresco y depurador que es capaz de restituir en su justa medida los daños causados por alguien. Garzón, durante estos últimos años, ha sembrado la discordia por donde ha pasado, ha sido capaz de entalegar 48 y 72 horas a personas imputadas, sin posibilidad de que se les tomase declaración, mientras él se iba con su amigo Bermejo (otro que tal baila o bailaba, mejor dicho) de cacería. Sí, el megajuez estrella siempre ha sabido por donde van los tiros, ha sabido situarse perfectamente en cada escenario cuando era el momento adecuado, pero al final, después de tantos años de correrías, algún cadáver tendría que haber dejado y, por lo pronto, sus aficiones con los regímenes totalitarios, estuvieran o no vigentes, le pueden jugar una mala pasada.
Es más, no sería descartable que con el ejemplo de los crímenes y la dictadura del franquismo, comiencen a tomar buena nota en Chile o en Argentina. A ver, ¿quién es este señor que viene de España a meter las narices donde nadie le llama? ¡¡AH!! ¿qué le interesa el terrorismo de Estado? Pero, señor Garzón, si eso mismo sucedió delante de sus narices. Vaya, ¿no se acuerda? Sí, hombre, si usted era diputado en la bancada socialista, con Corcuera, Vera, Barrionuevo, San Cristóbal ¿no le suena? ¿y lo del Gal tampoco? ¡Qué mala memoria, hombre de Dios! Vamos, que bastante tendría que hacer en nuestro país, y no precisamente remontarse tantas décadas atrás. Aún sigue impune el impulsor de la guerra sucia contra ETA, ese mismo que no tuvo reparos en acompañar a sus amigos del alma hasta la cárcel de Guadalajara, darles el abrazo del oso y, después, puntapié hacia la celda. Sí, Felipe González, ese mismo que encandiló a Garzón para que dejase de meter sus narices en donde nadie le llamaba, ha eludido toda responsabilidad y seguro que mantiene contento al SuperGarzón para evitar males mayores. El juez, aparte de seguir entusiasmado, valga la redundancia, con su papel estelar de juez y parte, es una persona altamente rencorosa y sólo hubo que comprobar como actuó contra el PSOE cuando se quedó sin ministerio y tuvo que conformarse con un carguito mediano. En cuanto abandonó la política, volvió a la carga hasta que alguien le 'convenció' generosamente para que estuviera quietecito y se pusiera a levantar tumbas y reclamar certificados mortuorios.
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Máximo Medina -