Sociedad deshumanizada
¿Qué nos está pasando? ¿Qué demontres sucede en esta sociedad de hoy en día en la que una discusión puede derivar de forma trágica? ¿Es normal que por una supuesta ofensa o llamada de atención a unas personas al final alguien acabe tendido en plena calle y cuando llegan los servicios de emergencia ya no se pueda hacer nada, sino certificar su fallecimiento? Pues bien, parece que hoy se presenta casi como algo natural que un hombre de 37 años acabe moribundo en plena vía pública por la contumaz y despiadada paliza de dos mequetrefes a los que les molestó que se les llamara al orden. Ahora dicen los familiares y amigos de estos presuntos criminales que si este señor, que tenía novia y una hija, manoseó a una menor. No lo sé, no estuve allí y no puedo certificar ni dar fe de lo que hizo o dejó de hacer la víctima, Alfonso González, pero no tiene sentido la versión, sobre todo porque nadie va a permitir que toqueteen a vista de todo el mundo a una chica menor de edad sin que inmediatamente alguien haga al respecto.
Desgraciadamente, esto es lo que tenemos a día de hoy, una sociedad corrompida moralmente, donde la trompada, el robo con violencia o el incumplimiento de los principios éticos más elementales son la moneda de uso común. Ya lo hemos podido presenciar con el caso de la sevillana Marta del Castillo. Tras varios meses de ardua búsqueda, al final no se ha encontrado su cadáver y los presuntos asesinos siguen riéndose a mandíbula batiente de la Justicia, cambiando las confesiones a gusto de consumidor. Es más, alguno de ellos saldrá a la calle (de hecho el hermano del casi seguro autor de los hechos ya disfruta de permisos) por falta de pruebas. Si no hay cuerpo, el delito es mucho menor, pero, ¿y quiénes pagan los millones de euros invertidos en poner patas arriba el lodazal del río Guadalquivir o el estercolero que se ha tenido que revolver tratando de hallar alguna prueba incriminatoria? Supongo que todos, pero jamás serán euros suficientes, nada podrá quitar la doble angustia a los padres de Marta, ya no sólo por su muerte, sino porque encima no pueden darle el descanso merecido a su pequeña.
Volviendo al tema del asesinato de Alfonso a manos de dos desalmados, hijos de mala madre, y comparando lo que ha sucedido en casos como el de la chica sevillana, lo normal es que al final pasen únicamente una temporadita en la trena y después vuelvan a pisar el asfalto. Y no, no quiero dar pistas ni facilitarle los recovecos judiciales que ofrece nuestro 'generoso' sistema español, pero sólo hay que ver como casos como el de Farruquito, atropellando y matando a un hombre se saldó con una leve estancia en la cárcel, amén de aprobar el carnet de conducir. En definitiva, que al final sale más a cuenta cargar con un muerto que robar una barra de pan para saciar la necesidad de un hambre atrasada. Esto, lamentablemente, es lo que vende. España y su sistema judicial y jurídico han convertido a los criminales, a asesinos, a estafadores, a traficantes de droga o a empresarios capaces de largarse con el dinero de sus empleados en nominados y favoritos del público para salir indemnes de un juicio o, en el mejor de los casos, hacerse acreedores a una mínima pena, una factura excesivamente barata en comparación a las tropelías cometidas. La familia de Alfonso es consciente de que tendrá que pelear duro para ver a esos dos impresentables entre rejas y que sea por mucho tiempo. De hecho, más les valdría a esos jóvenes desalmados que les toque la máxima condena. La novia del fallecido, desde luego, no sería tan magnánima a la hora de dictar sentencia. Razón no le falta, aunque no nos rijamos por la Ley del Talión.
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Máximo Medina -