Rebelión rojiblanca
La afición del Atlético de Madrid ha dicho basta, al menos aquellos que se están agrupando en determinadas plataformas para quitar de en medio a la familia Gil Marín y a esa especia de muñeco de madera que responde al nombre de Enrique Cerezo, tan buena persona como ineficaz gestor al frente del club. Su presidencia es de cartón, no tiene poder de decisión, especialmente en un apartado económico que sigue siendo gestionado desde hace más de 20 años por los Gil y herederos. La rebelión que hay montada para el próximo sábado en el estadio Vicente Calderón en el partido ante el Racing de Santander promete ser de las gordas. Esperemos, eso sí, que no se quede en una quedada de cuatro amigos que sólo se dedican a insultar a determinados periodistas...que de todo suele haber en estos contubernios.
Es evidente que en los seguidores del conjunto rojiblanco madrileño se ha instalado una especie de apatía y conformismo, donde celebramos como auténticos éxitos una clasificación para disputar la previa de la Champions League. Ser cuartos en la Liga parece que es nuestro techo y eso va en contra de la historia de un conjunto que, en condiciones normales, se había acostumbrado a ser seria alternativa al binomio Barcelona-Real Madrid, pero desde que el equipo fue intervenido judicialmente por el ínclito y nefasto Rubí, con el descenso a Segunda y con un año de propina en el Infierno por mor de una pésima planificación desde la directiva, el Atlético de Madrid apenas ha podido levantar cabeza. Fíjense que desde que ascendió, en el año 2002, sólo participó oficialmente en Europa a partir de la temporada 2007/2008, pasando la previa de la Intertoto. Luego, dos años seguidos jugando y pasando holgadamente la previa para jugar la Liga de Campeones. Pero nada más, el cuadro madrileño lleva a años sin disfrutar siquiera el aroma de unas semifinales de Copa del Rey.
Es normal el enfado de la afición, pero también, independientemente de los dirigentes que hemos tenido que soportar, que son los herederos del malogrado Jesús Gil, hay que fijarse en espejos como el del Valencia. Cuando descendió, en el año 1986, subió a la campaña siguiente, pero también se las vio y se las deseó para poder alcanzar la gloria de los títulos, a partir de 1999, cuando venció, precisamente, al Atlético de Madrid en la final de Sevilla, con golazo incluido de Gaizka Mendieta. Luego llegaron dos finales consecutivas de Champions ante el Real Madrid y Bayern de Munich, ambas con la suerte esquiva para los ché, dos títulos de Liga y una UEFA, amén de una Supercopa Europea. En fin, tuvo que esperar doce años para iniciar un ciclo triunfal de títulos.
Cierto es que otro grande de nuestro fútbol, el Sevilla, tardó menos tiempo en madurar y en un lustro empezó a ganar Copas de la UEFA (2), una Copa del Rey, una Supercopa de España y otra de Europa, pero también es verdad que Del Nido decidió vender todo lo vendible y empezar a abonar el terreno con un equipo totalmente remozado. En el Atlético de Madrid, al igual que siempre ha pasado en el Valencia, el problema se genera con unas directivas o consejos de administración con demasiada querencia a otros negocios y sólo usar el fútbol como plataforma de autopromoción. Sólo espero que quien logre al final echar a los Gil Marín no sea un enterrador como otros que yo me conozco y que personalmente he tenido que sufrir.
1 comentario
Lewis Rogers -