Mociones de censura inoperantes
El Puerto de la Cruz y Santa Cruz de Tenerife están bordeando la posibilidad de sufrir en las próximas fechas el mal de las mociones de censura. Y las tildo de mal porque, mis queridos amigos, a estas alturas de la legislatura, ya ha pasado sobradamente el ecuador de la misma, parece poco probable que se pueda revertir la situación de supuesta inestabilidad que aqueja a ambos consistorios, el portuense bajo los designios socialistas y el chicharrero, tras la ruptura del pacto con el Partido Popular, presidido y sólo presidido por Coalición Canaria. Si nos atenemos a la ley de plazos que hay que cumplir desde que se presenta la moción de censura, de debate y luego empiezan a tomar posesión de su cargo los concejales, estamos hablando, en el mejor de los casos, de unas semanas más de tiempo que transcurre en medio de la inacción más desesperante. Es más, cuando se quiera empezar a hacer algo por los ciudadanos ya casi nos situamos en el 2010, es decir poco menos de año y medio de tiempo para pensar en los administrados (y a ese período habrá que sustraerle luego los dos o tres meses que se dedican a preparar las elecciones municipales). Lo dicho, un auténtico dislate.
En el caso del Puerto de la Cruz, sinceramente, el PP está metiendo la pata hasta el corvejón y llegando a profundidades abisales. Vamos a ver, para que me entiendan, ¿creen que es lícito que ahora los consevadores vuelvan a apoyar a Marcos Brito (CC) después de que éste saliese poco menos que a trompadas (verbales, por supuesto) con Eva Navarro? En este punto tienen razón los socialistas cuando hablan de que el líder nacionalista local está consiguiendo desmantelar el Partido Popular. Desde luego, no sé qué pensarán los votantes conservadores de la ciudad turística, pero mucho me temo que al final, de cara a 2011, acabarán por quedarse en casa o dar su apoyo a otra fuerza. En gran medida, lo que está haciendo el PP en el Puerto de la Cruz me recuerda a la autodestrucción y flagelación de los populares en Cataluña, con cambios traumáticos de líder, con decenas de líos internos y, por supuesto, con una caída electoral cada vez mayor tras cada consulta en las urnas. Allá lo que decidan hacer los dirigentes peperos portuenses, pero en el caso de que apoyen la moción de censura para desbancar a la señora Padrón, entiendo que debería abrirse un período de depuración de responsabilidades porque en las siguientes elecciones, créanlo, igual no sacan ni medio concejal. Lo que sí que no alberga sombra de sospecha alguna es la intención de Brito de hacerse con el nicho de votos del PP y a fe que lo acabará consiguiendo.
Lo de Santa Cruz de Tenerife, en cambio, tiene tintes más surrealistas si cabe que los que pueden darse en el Puerto de la Cruz. Desde que el acuerdo de gobernabilidad CC-PP saltó por los aires, el alcalde, Miguel Zerolo, se las está viendo y deseando para poder sacar adelante determinados temas. Los seis concejales que presenta el grupo de Ángel Llanos, unidos a los de los otros partidos, han provocado una crisis en el Ayuntamiento capitalino de dimensiones colosales. Miren, por ejemplo, lo acontecido en el pleno del pasado viernes, cuando Coalición Canaria vio como se procedía a la aprobación del derribo del mamotreto de Las Teresitas y tres días después se conocía que el TSJC rechazaba el concurso de privatización de la empresa municipal de aguas, EMMASA. Sí, podemos hablar de una situación altamente delicada y que puede colocar a Zerolo contra la espada y la pared, sin poder sacar adelante ninguna propuesta. Pero aun así, lo que ya sería política ficción es que un acuerdo entre PP y PSOE acabase por darle la Alcaldía al líder de Ciudadanos, Guillermo Guigou. Es decir, que el antepenúltimo partido en número de representantes en la Casa de los Dragos tuviese en su mano (bueno, siempre con la anuencia y permiso de populares y socialistas) el destino municipal del último año y medio de mandato. Pero en política, desgraciadamente, suele ser tan normal que dos y dos sumen cuatro como que arrojen un saldo de 10 o de -5.
Me gustaría, qué duda cabe, que la normalidad imperase en ambos consistorios, que los concejales de todos los partidos se pusieran por montera el deber que el pueblo les otorgó en su momento, que es el de gobernar o controlar a la oposición. Tratar de asaltar el poder a poco más de año y medio, donde prácticamente no se podrá hacer nada, da la sensación de no tener el menor interés por resolver los problemas de los ciudadanos y, en cambio, sí que revela la ambición personal de unos líderes que, lo que no han conseguido por las urnas, lo intentan alcanzar a través de unos cauces legales, eso no lo niega nadie, pero difícilmente justificables desde un punto de vista moral. Pero allá cada quien con su conciencia y honradez política. Al final, que nadie se llame a engaño, serán los ciudadanos los que tengan la palabra en mayo de 2011.
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Máximo Medina -