Libertad de expresión a la carta
La libertad de expresión, uno de los derechos recogidos y reconocidos por nuestra Carta Magna, parece que quiere ser controlada o autorizada por determinados sectores políticos y plataformas mediáticas para ser servida a la carta. La pitada y los gritos de !Zapatero dimisión! o los "fuera, fuera" que se corearon en los instantes previos al desfile del Día de la Hispanidad o cuando el acto concluyó han sido los argumentos de fuerza con los que se quiere demonizar a una parte de la ciudadanía española que no comulga con la acción que está llevando a cabo el presidente del Gobierno de España. No ha gustado que se abuchee al jefe del Ejecutivo y, encima, le salen aliados como el siempre prisaíco y olímpico Alberto Ruiz-Gallardón, que como un pelotillero más se acercó a ZP para mostrar su disgusto con la actitud del público y asegurar que aquello era un acto institucional y que no había lugar a esa manifestación de desaprobación.
Desde luego, o mucho yerro en mi apreciación o creo que no hay al año muchas ocasiones en la que los españoles de a pie podamos mostrar nuestro afecto o reprobación a la labor presidencial. No veo yo dejando a José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, que se llene de cualquier persona la tribuna de invitados o que en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros, en el caso de comparecer Zapatero, cualquier individuo de la calle se cuele para censurarle por meternos en una crisis brutal. Por tanto, sólo actos como el del otro día son donde se puede expresar una opinión (siempre dentro del respeto) para valorar el trabajo de este Gobierno. Pero pedirle a alguien que dimita o que se vaya no es, por más vueltas que se le quiera dar, un insulto ni tampoco creo que esté claro, aunque la ViceVogue piense lo contrario, que la gran mayoría que se personase en el Paseo de la Castellana fuesen miembros de una derecha rancia. Más de un socialista desencantado y de un comunista, así como personas totalmente apolíticas, se personaron para censurar una acción gubernamental. De ahí a pensar que eran todos enviados desde la calle Génova o que eran herederos del tardofranquismo, va un trecho bastante largo.
Insisto, como ya señalé en otro artículo, que aquí, en este país, se ha insultado gravemente al ex presidente José María Aznar, al que se le tildó de asesino y de criminal, pero ya no sólo en las manifestaciones, sino incluso en unos funerales de Estado y nadie parece que se rasgó las vestiduras. Nada de eso, más bien esos ataques estuvieron promovidos por políticos, artistas y medios de comunicación que hoy exigen que se guarde respeto a Zapatero. Sí, evidentemente nadie tiene porque insultar a nadie, y menos a un jefe del Estado, pero repito que hay una diferencia muy grande entre llamar asesino a alguien y pedir la dimisión o que se vaya fuera de la Moncloa. Al fin y al cabo esto es como lo de las manifestaciones, que se jaleaban a bombo y platillo las que tenían lugar contra la guerra de Irak, pero en cambio, esos mismos defensores de la vida son los que ponen el grito en el cielo porque este sábado Madrid acoja una gran marcha en contra de esta manga ancha y libertinaje respecto al aborto. ¿Curioso, verdad?
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Máximo Medina -