Nunca pasa nada
Tomando descaradamente prestado el título de uno de los infinitos artículos pergeñados por el siempre genial y ácido Alfonso González Jerez, Santa Cruz de Tenerife es la ciudad donde nunca pasa nada y donde sus ciudadanos tienen un papel de extras en La ley del silencio. Todo aquello que sea negativo, cualquier pelea, cualquier violación, etcétera, suele cubrirse con un manto de desinformación, no conviene que se entere nadie, ni dentro ni fuera. Durante muchos años, hasta que terminó de degradarse definitivamente, el Carnaval en la calle era poco menos que una invitación a pegar impunemente. La excusa del disfraz bastaba y sobraba para que algunos grupos se dedicasen a ir sembrando el terror entre los pacíficos carnavaleros. De todos es más que conocida la leyenda de la sonrisa del payaso o el arrojar un objeto al aire para que al incauto que le cayese encima era, inmediatamente, víctima propiciatoria de una paliza que dejaba secuelas terminales. Todos esos episodios, pese a ser perfectamente conocidos, eran callados de todas las maneras lícitas e ilícitas que puedan conocerse. Es más, en los hospitales los propios médicos tenían orden de hacer sólo su trabajo y prácticamente tenían vetado el hablar con los medios de comunicación. Ya saben, lo que no sale por las ondas o aparece reflejado en el papel no es noticia.
Esta situación, que parecía superada, vuelve a renacer por obra y arte del jefe de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife, Bienvenido Onrubia, quien tuvo esta mañana el atrevimiento de replicar en Cope Tenerife la información servida por el periódico El Día en relación a un nuevo episodio violento producido el pasado fin de semana en locales de ocio de la Avenida de Anaga y calles aledañas. El señor Onrubia, lejos de dar crédito a los hechos, aseveró que en los informes de quienes patrullaron esa noche por la zona no había constancia de reyertas. Sin embargo, el acerado José Carlos Marrero no se amilanó e insistió en el hecho y sólo entonces concedió la posibilidad de que pudieran haberse producido esos incidentes, pero que nunca fueron requeridos los agentes municipales. Entonces, ¿quién, la Policía Nacional?
Desgraciadamente, Santa Cruz de Tenerife, al igual que sucede en otras ciudades españolas, se ha convertido en un paraíso del botellón y no sólo por una razón económica (porque no hay más que ver a qué precios están las copas en determinados locales de ocio de la capital chicharrera), sino también porque cada vez hay menos sitios adonde ir y estos, encima, suelen tener unos horarios de apertura relativamente tardía. Así que entre poca oferta, cara y clientes con una o dos copas de más y que quieren evitar a toda costa pagar la entrada, el caldo de cultivo para el lío y la trompada está más que servido.
Sin embargo, al margen de que habrá que hacer de una vez por todas un proyecto en serio para que Santa Cruz sea una ciudad atractiva para el ocio nocturno y vespertino, lo que no puede ser es que los altos mandos de la Policía Local sientan una especial aversión a la hora de acudir allá donde existen follones. Sabemos perfectamente que uno llama al 092 para que acuda una unidad porque en una obra se han colado tres o cuatro personas a destrozar el trabajo que allí se está haciendo y una voz muy educada te responde que van al momento. Sí, claro, al momento, media hora después y eso que la incidencia de la que les hablo se está produciendo en plena plaza de Los Sabandeños, a un minuto escaso en moto. Pero claro, igual es que estaban solventando la reyerta en la Avenida de Anaga, ¿cómo? No, claro, ahí tampoco. No, en realidad los mandaron a descansar porque al día siguiente sí que hace falta una legión en los alrededores del Heliodoro Rodríguez López porque juega el Tenerife.
1 comentario
Máximo Medina -