Astracanada
El secuestro del atunero vasco Alakrana se ha convertido, valga el juego de palabras (porque la situación no es divertida, precisamente) en una auténtica astracanada. El surrealismo de la situación lo hubiera podido firmar hasta el mismísimo Dalí. Nadie ofrece explicaciones convincentes, el Gobierno se ve desbordado y en medio de todo este marasmo, con unas familias desesperadas por la inexistencia de noticias, el juez Garzón que, cómo no, se ha convertido en una de las piezas claves para enmarañar el proceso de liberación de los marineros. Ahora no sólo hay que rescatar a los que están en la embarcación, sino a los tres que se han llevado a tierra firme y que servirán de moneda de intercambio con los dos piratas, piratines o piratillas que están en España y que han pasado en pocos días por más juzgados que los implicados en el Gürtel o la operación Pretoria.
Efectivamente, echarle la culpa al Ejecutivo de lo que ha sucedido resultaría demasiado simplista, sería reducir la cuestión tanto que, entonces, cualquier problema que tengan los españoles fuera de nuestra fronteras siempre sería por la inacción gubernamental y eso, obviamente, no es ni puede ser así. Es cierto que el gabinete de Zapatero ha estado trabajando para solventar este problema, que ya va camino de los dos meses, pero los resultados han sido infructuosos y encima, repito, superGarzón se metió por medio a complicar la resolución, pero siempre con el único objetivo de ser el máximo protagonista de la noticia. Los dos piratas somalíes que a día de hoy se encuentran en España ha supuesto una de las principales torpezas cometidas por este juez, sobre todo porque es de cajón que en Somalia, al menos dentro del clan de estos secuestradores de barcos, prefieren arriesgar a algunos de sus peones con tal de ganar la partida. Y en este caso, el supuesto jaque judicial se puede transformar en un mate para los intereses españoles. Lo dicho, una astracanada en toda regla.
Pero eso sí, tampoco podemos olvidarnos de un hecho vital para comprender el empeño de los asaltantes en no soltar su presa con tanta facilidad. Hace un año y medio, con el secuestro del Playa de Bakio, los piratas se llevaron una morterada de millones por la liberación de los tripulantes y eso, queramos o no, ha supuesto un aliciente más que suficiente para que cualquier somalí se aventure a la mar y se tope con el primer barco que pase por ahí y lo secuestre. En su momento, con el Playa de Bakio, las recomendaciones era no soltar dinero a espuertas, pero míster Moratinos se empeñó en que había que pagar la cifra que fuese menester y ahora, claro, los secuestradores del Alakrana piden el oro y el moro, que en términos globales se eleva a unos 30 millones de euros.
Por supuesto, que nadie piense mal, las vidas valen más que cualquier reserva mundial de oro sobre la faz del planeta, pero que, evidentemente, hay que fijarse en como han actuado otros países en situaciones similares. Miren, por ejemplo, como Francia ya no tendrá excesivos problemas a la hora de que sus marineros transiten o faenen por esta zona. En su momento se pusieron los medios para que los trabajadores de estos barcos contasen con la protección necesaria. Sin embargo, en España, después de lo que pasó con el Playa de Bakio hemos seguido en las mismas, confiando únicamente en el azar. Así nos ha ido, así no va y así, si nadie le pone remedio, nos irá.
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Lewis Rogers -
Máximo Medina -