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Desde mi escaño

Huelgan...comentarios

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Los sindicatos UGT y CCOO están en huelga, pero de valores, de conciencia y de moral. Después del fracaso sufrido en la manifestación del pasado sábado en Madrid, no fueron ni 33.000 personas (según datos aportados por la empresa Lynce a la agencia EFE, porque la Delegación del Gobierno obvió ofrecer datos al respecto para no contrariar a los jefes monclovitas), los señores Méndez y Toxo deben tener un cabreo monumental porque el millón de euros gastado para que acudiesen oleadas de ciudadanos a protestar contra ese ente abstracto (la cita no era para poner a caldo al Gobierno y, a última hora, tampoco parecía que se quería dañar al empresariado) que ha provocado la crisis, sólo convocó a cerca de esas 33.000 personas. En fin, eso es lo que suele acontecer cuando las convocatorias se realizan sin un fin específico y que tenga interés para la ciudadanía.

 

Y es que los sindivagos, lamentablemente para el devenir laboral, se han convertido en auténticos apesebrados, amigos de la subvención porque sí, por un simple apoyo político a un partido determinado, en este caso el PSOE, pero muy en especial a la figura de Rodríguez ZParo. Hacía muchas décadas, creo que nunca en la historia de España, que no teníamos unas cifras de desempleo como las que existen en la actualidad. Oficialmente, y me gusta mucho recalcar este término, hay cuatro millones de parados, pero la realidad es mucho más lacerante, más sangrante, porque entre la economía sumergida y la gente a la que sacan de las listas del INEM porque están haciendo cursos (habrá que explicar a alguien la diferencia entre estar formándose y estar trabajando), lo cierto es que podemos estar hablando de una población cercana a los cinco millones sin poder llevarse un empleo a la boca. De vergüenza, vamos.

 

Al final, cómo no podría ser de otra manera, tendremos que confiar en la buena voluntad de plataformas alternativas, como la de Las Clases Medias, que poco a poco van movilizando a un mayor número de ciudadanos para reclamar del Ejecutivo mejores políticas de creación de empleo, de protección del trabajador, pero también dando oportunidades fiscales a los empresarios para que fomenten esa contratación. Lo que no es de recibo es que aquí los cuartos se hayan empleado en rescatar a los banqueros, en darles un dinero que, sistemáticamente, han negado al mortal de los comunes y luego, por ejemplo, no velar en qué se empleaban esos fondos. Bueno, eso no es del todo cierto, porque determinadas entidades se dieron empujones para financiar el fichaje de Cristiano Ronaldo, tal y como quedó constatado en su momento.

 

Pero vamos, que aquí el trabajador, el honrado productor es quien tiene que cargar con todo el peso de la responsabilidad de la crisis, algo que, por supuesto, ya decidieron por sí mismos banqueros, sindicatos, patronal y el propio Gobierno. Ellos se sentaron y decidieron que a quien hay que estigmatizar siempre es al empleado. Que el Ejecutivo, el empresariado o los propios dueños de las entidades financieras tuviera esa visión del trabajador, a estas alturas y con la progresía mandando, no me sorprende, pero es que hasta los chequistas de los sindicatos (no confundir con su afición a las checas, sino a la de cheque lleno de ceros a la derecha) se han subido al carro de no defender a sus bases. Así, desde luego, no me extraña que no fueran ni 33.000.

1 comentario

Máximo Medina -

En este país, nación o colección de autonomías en grupo todo está en cuestión y, cómo no, también el papel de los sindicatos. Por enésima vez, reitero que un Gobierno no tiene culpa de que un empresario despida a un trabajador, ya sean cientos, miles o millones, como ha ocurrido aquí. La costumbre en estos lares es limitar los costes a base de despidos y hasta que esa tendencia no se elimine, no hay nada que hacer. Ahora se habla de penalizar los contratos temporales (los inventaron los políticos y además de izquierdas) e incluso subirles el coste de despido o en este caso de no renovación. ¿Por qué no, eliminarlos? Qué va, eso es demasiado fuerte. Mientras en España no se consolide un trabajo estable, siempre estaremos igual. Porque no olvidemos la realidad: el trabajador pierde su puesto y se deja atrás todo, mientras que el empresario nunca pierde su empresa y si fuera así, por mala gestión, claro; en unos meses funda otra y ya está. Pero, quizás, la situación es otra: el ajuste por la crisis ha sido tal que parece que en este país sobran cinco millones de trabajadores. Por cierto, ¿cuántos inmigrantes hemos acogido en nuestro mercado laboral? ¡Qué sospechosa coincidencia!