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Desde mi escaño

¿Qué tendrá la poltrona, qué tendrá el sillón?

¿Qué tendrá la poltrona, qué tendrá el sillón?

¿Por qué los políticos, en términos generales, se matan y se dan hasta puñaladas traperas por entrar en las listas de los partidos? Esta reflexión me la hacía una lectora en una red social a propósito de un artículo sobre la negativa de los concejales de CC y PP en Santa Cruz de Tenerife a rebajarse el sueldo, argumentando peregrinamente que con 200.000 euros que se ahorrarían no se podría solucionar el problema de los ciudadanos que pasan penurias en la capital. Pues miren, está claro que cuando alguien quiere ir sí o sí en la plancha electoral y, sobre todo, en los primeros puestos, no es, lamentablemente, por servir al bien común, sino primero mirar por el interés propio, tal y como constataron hace unos días esos ediles chicharreros.

 

Pues sí, reconozco que ser político puede ser un chollo por un lado, con ese pedazo de sueldo que deben percibir, aunque también tienen que trabajar y eso, sinceramente, no parece gustar a más de uno que yo me sé. Y encima, cuando los ciudadanos les reclamamos un mayor esfuerzo, te saltan enseguida con la cantinela de que si nos creemos que ellos tienen que estar a nuestro servicio las 24 horas del día, que si por qué les tratamos como los muñecos del pim, pam, pum a la hora de reclamarles un esfuerzo en materia de contención salarial. Pues miren, tal y como está España y lleven esa situación a escala local, lo cierto es que son gestos que no gustan y que pueden decidir que un votante de una determinada tendencia cambie diametralmente su elección a la hora de acudir a la urnas.

 

Los políticos, esa es la verdad, son servidores públicos e, insisto, han de preocuparse por nuestros problemas cotidianos, buscar soluciones para aquellas personas que no llegan a fin de mes, que no tienen una vivienda digna, ayudarles a integrarse en el mercado laboral. El problema es que su acceso a los grandes cargos, presidencias, ministerios, consejerías, concejalías o direcciones generales no está sujeto a formación alguna y, por tanto, no tienen conciencia de lo que llega a costar en la vida real un euro (suena crudo, pero esa es la verdad, porque ellos, los políticos, se colocan unos salarios bastante onerosos, pero son ellos los que piden responsabilidad y contención a los ciudadanos).

 

Es que parece un chiste, pero como dice un amigo mío, para determinados puestos sólo es imprescindible ser mayor y español como Torrente. Es decir, que usted mismo puede ostentar la Presidencia del Gobierno de España y no necesariamente debe acreditar unos estudios. Por ahí, creo yo, es donde vienen todos los males, que no hay una preparación y que luego en este santo país no se pone límite a los mandatos. Por eso hay a quienes no se les despega de la poltrona ni con agua hirviendo. Como señalaba una vez el inigualable Alfonso González Jerez, “el problema de la clase política es que ellos tienen su propia ‘droga’, el poder, y el coloque se lo pagamos nosotros”.

1 comentario

Máximo Medina -

La verdad es que eso de ser político no es un chollo, pues estamos ante un contrato temporal de cuatro años, único que existe en la legislación laboral española, pero extensible tantas veces como salga elegido. Por supuesto, es una broma, porque hay que ver las 'pensiones' que se les quedan cuando dejan el cargo. Eso de manejar dinero tiene su atractivo, la verdad, y sobre todo si luego no tienes que responsabilizarte del uso que le diste. Quizás ésa sea la erótica del poder, o como bien decía el amigo Alfonso González Jerez, la droga que necesitan para seguir adelante. Tal como se están poniendo las cosas, ostentar un cargo público, aunque sea de político, es realmente una situación envidiable. Eres jefe de ti mismo, partido aparte, y tienes la posibilidad de decidir cosas por los demás. Si te equivocas no pasa nada, das una rueda de prensa explicando los motivos y aquí paz y en el cielo gloria, que es que no te pueden echar... salvo que tú te quieras ir y eso es tan extraño como ver un burro volando.

P.D.: Amigo Velarde, me sorprendió ver en uno de sus escritos ese pleonasmo de nueva ola denominado 'sí o sí'. Si elimina las tres palabras de la frase comprobará que queda igual. Más bien debería ser, a la hora de escribir, 'no o no'. Queda chungo, ¿verdad?