Comprar con cabeza, cosa difícil
Las Navidades ponen mañana la puntilla con el Día de Reyes. Sí, en esta jornada serán muchas las familias que descansen tras varios días de ajetreo por los principales centros y calles comerciales. Uno, que tiene la oportunidad de pasar unos días en Madrid, se ha quedado literalmente alucinado con el vaivén de decenas de miles de personas abarrotando todo aquello donde pudiera encontrarse ese regalo de última hora. No pareciera, desde luego, que en este país tuviéramos crisis, pero la verdad es que muchos empezarán a darse cuenta del dispendio cuando comiencen a llegar las facturas a final de mes.
Y es que los grandes almacenes se han dado cuenta de que se puede burlar legalmente, valga la redundancia, la ley del comercio con una serie de promociones que, aunque no son verdaderamente rebajas, suponen todo un gancho para los consumidores. La capacidad de ahorro de los ciudadanos ha aumentado considerablemente en los últimos meses, aunque bien es verdad que no por propia voluntad, sino por la inestabilidad económica a la que estamos sometidos y que no aseguran la continuidad en el puesto de trabajo o de la propia viabilidad de la empresa. Este fenómeno ha sido perfectamente captado por los estrategas de las grandes áreas comerciales para conseguir que esos euros que estaban amarrados en las carteras de los clientes cobren vida y pasen a las cajas registradoras de los establecimientos.
De todas maneras, a pesar de la alta probabilidad de que los ciudadanos se puedan quedar con los bolsillos más raquíticos que la raspa de una pescadilla a partir de esta misma noche, también han surgido como hongos esas empresas financieras que conocen al dedillo las urgencias de esas personas que no llegan a fin de mes, máxime en esta empinadísima cuesta de enero. Sólo hay que poner la televisión o la radio para ver y oír el bombardeo de spots y cuñas de estas compañías que, por arte de magia, son capaces de reducir a menos de la mitad la tela que hay que soltar a día 30. Eso sí, no explican con claridad que al final el primo que contrate ese servicio acabará pagando un 40%-50% por término medio, lo que pasa es que es una golosina el hecho de que en vez de tener que dar 1.000 euros, la cosa se quede en sólo 300; eso sí, durante mucho más tiempo.
En fin, esperemos que los Reyes Magos, amén de los millones de juguetes que han de repartir esta noche, también dejen en la casa de los solícitos padres un poco de cordura y que ahora, a pesar de los martilleantes mensajes de los centros comerciales, se piensen seriamente si es necesario adquirir tal o cual producto. Aunque es importante consumir porque eso da movimiento a nuestra maltrecha economía, tampoco se puede hacer a lo loco. Sobre todo hay que darse cuenta del panorama que tenemos por delante y que no resulta nada halagüeño. No estaría de más que la DGT también limitase la velocidad con la que compramos. Las consecuencias, en este caso, las puede pagar tu bolsillo o propiedades más valiosas como tu casa.
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Máximo Medina -