La Copa, de mal en peor, como el Atleti
La Federación Española de Fútbol se ha cargado definitivamente la pasión de los aficionados por la Copa del Rey. Escribo estas líneas mientras observo por televisión el lamentable estado que presentan las gradas del Nuevo Colombino, donde un más patético Atlético de Madrid cae en estos instantes por 2-0 y jugando con un hombre menos. Pero, al grano, la RFEF ha conseguido que los seguidores opten por quedarse tan ricamente en sus casas, a pesar de ser un duelo entre un Segunda y un Primera. Ya no hablo de los precios, que los desconozco, pero sí de esos horarios tan demenciales, con partidos que se programan en un tramo demencial como las diez de la noche, siendo jornada laboral al día siguiente, amén de insistir en un formato, el de ida y vuelta, que se ha quedado totalmente desfasado, aunque eliminaciones como las del Real Madrid ante el Alcorcón pueden demostrar que este sistema también da lugar a las sorpresas. Sí, el milagro puede existir, pero el riesgo es mucho más controlado con el doble encuentro que a un partido único.
Además, lo que tampoco tiene excesiva explicación es que haya que habilitar tres días para que se disputen los ocho duelos. Hace muchos años, cuando la Copa del Rey tenía un prestigio y se la mimaba en el calendario futbolístico, los miércoles tenían un sabor especial, casi a la misma altura que la jornada liguera. Se procuraba concentrar los choques en el mismo tramo horario y aquello resultaba emocionante, las radios podían apostar por carruseles y tiempos de juego a nivel nacional porque los anunciantes se mataban por promocionar sus productos y, en el caso de la eliminatoria más interesante, la televisión no faltaba a su cita. De acuerdo que ahora son nuevos tiempos y que los operadores vienen con un buen fajo de millones sobre la mesa y deciden más que el ente federativo o los propios equipos, pero eso mismo tendría que tener un control, un límite, porque el peligro es real, que los estadios se queden vacíos.
Insisto en que la Copa del Rey, en los últimos años, sólo le importa realmente al equipo que la gana. Sólo hay que constatar la manía del casi el 100% de los entrenadores de poner un once suplente en estas eliminatorias y eso no obedece al aserto de que se quiere dar oportunidades a todo el plantel, sino que esta competición no está entre sus objetivos. Ni el propio Barcelona, defensor del entorchado, disimula su falta de entusiasmo a la hora de hacer frente a este campeonato. Pero esto, repito, es culpa de una Federación que ha devaluado la competición hasta extremos insospechados, con unas rondas previas entre agosto y octubre en las que se produce una criba importante entre los modestos, clubes que años atrás aprovechaban los posibles cruces con los Primeras para sanear o cubrir sus presupuestos. Eso sí, hay casos como el del Atlético de Madrid que, aun con eliminatoria a doble vuelta, se va de Huelva con un rotundo 3-0, pero es que el Pupas suele ser la excepción a la lógica.
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