La permisividad de la Justicia con la corrupción
¿Quiere montar una empresa? ¿Precisa de una subvención cuantiosa, generosa y concedida a las pocas horas, mucho más rápido que ese dinero que conceden las compañías de créditos usureros? No lo piense más, contrate usted a la hija de Manuel Chaves, a Paula. La retoña del ex presidente de la Junta de Andalucía y actual tercer vicepresidente del Gobierno de España es toda una garantía para optar a esos millones de euros que cualquier pyme ambiciona. Sólo basta con poner como aval que se cuenta con doña Paula Chaves y la ayuda se aprueba sobre la marcha. Pero vamos, que todo es por pura y absoluta casualidad y nada tiene que ver que la susodicha sea la hija de uno de los mayores caciques de la región andaluza. Efectivamente, más allá de las chapuzas y los desmanes hilarantes de Rodríguez ZParo, lo que poco a poco se empieza a reimplantar en España es la cultura del enchufismo, de la corrupción a mansalva sin que nadie se ponga rojo. Que a la empresa donde curra la primogénita de Chaves le concedan diez millones de euros se explica con una normalidad pasmosa por parte de esos mismos que, sin embargo, reclaman y no paran de pedir nuevos datos e informaciones sobre el caso Gürtel. Por supuesto, no se trata de ver quién o quiénes tienen menos trapos sucios que esconder, porque en política, hablando de servidores públicos, la simple desviación o sustracción de un céntimo debería ser causa suficiente como para que unos y otros dejasen sus cargos. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato o, mejor dicho, quién tiene los suficientes arrestos para presentar la dimisión y largarse a su casa? De todas maneras, muchos de estos problemas que venimos sufriendo con la corrupción estarían resueltos hace mucho tiempo si en su momento se hubiese producido la deseable separación entre el poder judicial y el político. No es de recibo que los representantes de las formaciones políticas con representación en el Congreso de los Diputados sean quienes pueden dictaminar parte de la composición de los órganos de Justicia. Así, créanme, es imposible que nadie pueda ir al talego, sobre todo si hablamos del partido que gobierna. Eso sí, mucho se cansaron los socialistas de criticar aquellas escenas de las grandes cacerías de Franco y ellos mismos, con el ex ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, se vieron involucrados en una escena digna de la Escopeta Nacional cuando el titular del área se pasó un fin de semana de montería con el juez Garzón. Este es el verdadero escándalo y así, mientras por parte del Gobierno de ZP se mime tan bien a personajes como el superjuez togado, será imposible que nadie le meta mano a Chaves, Montilla o Monteseirín, por poner unos ejemplos clarificadores. Lo dicho, de auténtica vergüenza.
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Máximo Medina -