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Desde mi escaño

Cerco a las alfombras de pipas y a los patinadores

Cerco a las alfombras de pipas y a los patinadores

El Ayuntamiento de Tarragona, en un claro ejemplo de respeto por el cuidado del entorno de la ciudad, ha decidido acabar de una vez por todas con dos costumbres muy feas y espantosas que hoy abundan en cualquier urbe de nuestra querida España, la de los que se forran a comer pipas y luego dejan las cáscaras debajo de los bancos y esparcidas por todo el pavimento y aquellos que, monopatines en la mano (o en los pies, mejor dicho), se cargan las aceras que, lógicamente, luego tenemos que pagar nosotros de nuestros impuestos. Da lo mismo que pongan señales prohibiendo la práctica del skateboard o similares, al final estos practicantes hacen lo que les viene la realísima gana.

 

Pero bueno, volviendo al caso de las pipas, el Consistorio tarraconense ha decidido que se acabó esa happy hour de dejar el suelo como una alfombra pringosa de cáscaras. Desde hace algunos días, en una más que acertada medida, se ha empezado a sancionar, no a quienes comen, sino a quienes tiran esos restos piperos al piso. De momento, ya han probado la ordenanza un grupo de jóvenes que, sorprendidos, dicen que se niegan a pagar la multa porque consideran que resulta injusta y que fueron víctimas de un capricho de un agente de la autoridad. Lo cierto es que al final, les guste o no, tendrán que apoquinar los euros que les ha caído o, su resistencia a abonar el dinero, les saldrá a la larga mucho más cara.

 

Lo cierto, y no es que trate de animar a las corporaciones a que inicien un afán recaudatorio desmedido, es que muchas veces nos clavan tasas abusivas, especialmente en tiempos de crisis, y hay ordenanzas municipales que proporcionarían a los ayuntamientos pingües ingresos sin necesidad de tener que clavar económicamente a sus vecinos. Así, a bote pronto, las multas a aquellos propietarios de perros que no recogen los excrementos de estos, y que es uno de los males más pronunciados en nuestras ciudades; los coches que aparcan en doble y hasta en triple fila, aquellos conductores que sobrepasan los límites del respeto, decoro y resistencia auditiva del resto de personas con sus estridentes músicas a toda pastilla, etcétera, etcétera.

 

Y en cuanto a los de los monopatines, poco más que decir, una legión de destrozones profesionales, al menos esos que rechazan irse a los circuitos que habilitan los ayuntamientos para ir a cargarse el mobiliario urbano y, de paso, echar al resto de personas que, hasta entonces, estaban tranquilamente en la plaza. Pues bien, el Ayuntamiento de Tarragona también ha puesto coto a esos desmanes y a uno de los infractores de la normativa la broma le ha salido por más de 1.000 euros. Ojalá que el ejemplo de esta ciudad catalana impere en el resto del país y que hagamos de nuestras urbes espacios de convivencia, respeto y, especialmente, mucho civismo.

1 comentario

Máximo Medina -

'Urbanidad'

Parece ésta una buena época para 'educar' a los ciudadanos de cualquier capital española, pueblos incluidos. Aquella famosa asignatura de que se denominaba 'urbanidad' vuelve a estar de actualidad. Antes los mortales más comunes éramos incapaces de hacer en la calle lo que no hacían en casa y esa tradición se ha ido perdiendo con el paso de los años. Ahora muchos gamberros se ensañan por las calles no sólo con los transeúntes, sino también con el mobiliario paisajístico de la ciudad. Les importa un pepino todo y la verdad es que se impone colocar cotos a tanta desvergüenza. Me parece genial que los ayuntamientos cuiden los entornos de sus respectivas ciudades y si para ello es necesario castigar a quienes incumplan las normas más elementales, pues adelante con ello. Lo de las cacas de perro se ha ido superando poco a poco, pero el aparcamiento 'múltiple' (siete dobles) y la circulación de determinadas motitos, así como los monopatines son asignaturas aún pendientes. Aunque parezca que ha remitido la moda, cada vez que veo un contenedor de basuras pasto de las llamas, mi conciencia se encabrita. Hace sólo unas décadas ni habían siquiera esos recipientes plásticos y ahora los graciosos se dedican a quemarlos, sin que uno sepa con seguridad qué ganan con ello. Eso. Urbanidad y al que no cumpla, multa que te crío. Es de justicia.