Las Teresitas, un fango político-empresarial
¿Ha mentido el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife a sus vecinos con respecto a la playa de Las Teresitas? ¿Qué turbios negocios pueden salir a la superficie tras conocerse la sentencia del Tribunal Supremo que anula la compra de once parcelas del frente de este espacio por parte del Consistorio a Inversiones Las Teresitas? ¿No habíamos quedado hace ya algunos años que nadie en la Casa de los Dragos había aportado un solo euro para la recompra de estos terrenos porque, según la publicidad que se mandó a los medios de comunicación, jamás se había procedido a la venta de parcela alguna? ¿Y esos 52 millones que supuestamente debe devolver a las arcas municipales la empresa de Antonio Plasencia para que, a su vez, éste recupere los terrenitos en cuestión?
Sinceramente, créanme que con toda esta historia me pierdo, que por muchas vueltas que le dé al asunto me resulta sumamente intrincado, mucho más que las afectaciones presupuestarias. Lo único que me queda claro de todo este tejemaneje es que tanto unos como otros han intentado lucrarse, pero que se han topado con la dureza y la implacabilidad de la Ley. A los santacruceros, en particular, y al resto de ciudadanos de Tenerife, en general, amén de quienes vienen a visitarnos, nos han chalaneado un espacio público ideal, donde con cuatro retoques podríamos disfrutar de un entorno envidiable. Aún me acuerdo como se apresuraron en levantar en peso los míticos Pepe Ramos I y Pepe Ramos II para iniciar unas obras que jamás tuvieron lugar. O como se ha dejado a medio hacer el fantasmal mamotreto o los otros líos judiciales con el Valle de las Huertas.
El problema que tiene el caso Las Teresitas se asemeja a su rebelde arena, que cuando uno considera que ya ha conseguido quitarse hasta el último grano de encima, una ráfaga de aire te vuelve a cubrir por completo, es decir que cuando parece que se produce una limpieza judicial, nuevos datos vienen a manchar y a enfangar a más personas, políticos, empresarios y, ya de paso, alguna que otra medusa. No es de extrañar que con lo enturbiada que esta cuestión hasta los emisarios submarinos se rompan y vaya a verter toda, con perdón, la mierda en plena orilla. Lo que sucede es que mientras esos vertidos provocaban ciertas erupciones cutáneas, lo que ha pasado con la no compra-venta genera putrefacción social y política, aunque ciertos inquilinos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife parecen inmunizados frente al virus de la corrupción.
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Máximo Medina -