De jamones y reformas laborales
La ruindad, el hallazgo de recovecos legales para sortear las ilegalidades varias o la caradura de hormigón no encuentran parangón cuando nos referimos a Gerardo Díaz Ferrán, el todavía presidente de los empresarios españoles, englobados en la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, CEOE. Este personaje no sólo se ha conformado con dejar a miles de personas en las listas del paro o en el limbo laboral ni tampoco parece haber quedado satisfecho tras dejar tirados a muchos clientes que habían adquirido pasajes de Air Comet o que compraron viajes de ensueño en Marsans, sino que encima, para rematar la suciedad de sus acciones comerciales, ha tenido la desvergüenza de cobrar el jamón que había ofrecido como regalo-anzuelo a aquellas personas que contratasen unos determinados paquetes turísticos. Y bueno, hay que decir que quienes estuvieron más avispados sólo ‘perdieron’ los 300 euracos del pata negra. Los menos avezados o que demoraron más en presentar las reclamaciones se las van a ver y desear para recuperar las perras de un viaje que nunca iniciaron (y encima sin saber con seguridad que el jamón de marras no acaben teniéndolo que pagar, que conociendo al presidente de la CEOE igual ni abonó a la empresa Jabu).
La verdad es que, a estas alturas, sorprenderse de lo que haga Díaz Ferrán resulta baladí. Este caballero es capaz de aprobar la pena de muerte con tal de que se reduzca el desempleo o se dé luz verde a un despido aún más libre. Personajes de esta calaña sobrarían en cualquier país democrático, pero España es diferente. Ningún sindicato de los llamados mayoritarios, es decir UGT y CCOO, está por la labor de plantarse en la puerta de la CEOE y empezar a montarla día y noche, jornada tras jornada, hasta que empiece a pasar por el aro de que los trabajadores en este país no pueden seguir siendo tratados como esclavos, como mercancía de tercera categoría, como ganado que se suple en cuanto al empresario de turno le apetece.
Decía el otro día uno de los sindivagos más representativos, el señor Méndez, de UGT, que menos mal que era caro despedir a empleados en España, porque de lo contrario, en vez de 4,6 millones, llevaríamos más del doble o todo el país estaría, a día de hoy, sin personas que pudieran trabajar. Sí, es de las pocas cosas coherentes que ha dicho en los últimos tiempos el zampabollo ugetista y abonado de honor al palco del Bernabéu, pero no hay que olvidar que ellos, su socio de CC.OO, Fernández Toxo y el propio Méndez, han mirado hacia otro lado mientras recibían la manteca subvencionada del Palacio de la Moncloa.
Por eso, con la pasividad sindical por un lado y el todo vale para Díaz Ferrán por el otro, aquí hemos llegado a una situación límite que el propio ZParo quiere terminar de empeorar con sus santísimos decretos y aprobar, entre otros disparates, la reducción de los días de protección por despido, amén de darle carta blanca a las empresas para que se acojan al precepto de la crisis y que la indemnización no sea ni de 33 días por año currado, sino de 20. Sólo falta que al inquilino de la Moncloa le dé por adoptar la idea del jeta de la CEOE y amplíe las causas de despido procedente, donde se incluye, que casualidad, la de reconocer la no indemnización al currante cuando la compañía presente pérdidas. Ya puestos, ¿por qué no le ponen al caradura éste de ministro de Trabajo o de Economía y Hacienda? Por lo menos ha demostrado ser un pata negra a la hora de convertir sus delitos en actos más que legales, a tenor de que aún no ha pasado, siquiera, cinco minutos por cualquier comisaría.
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Máximo Medina -