Paralelismo chileno
La odisea que están viviendo 33 mineros en Chile, atrapados en una galería desde hace algunas semanas, sugiere un necesario paralelismo con lo acontecido en 2007 con los jóvenes que se adentraron en una cueva de Los Silos y que trajo el falta desenlace de media docena de fallecidos. Las motivaciones, por supuesto, resultan bien diferentes. Nuestros hermanos chilenos se vieron sorprendidos por un derrumbe en el fragor de sus labores. Los excursionistas, sin embargo, se vieron presos por las emanaciones del gas y por su propia inconsciencia e imprudencia.
Pero no, no es éste el paralelismo que pretendo resaltar, sino el de la actuación de las autoridades en uno y otro caso. Mientras el hecho acaecido en Tenerife contó con una inoperancia inicial desesperante y decisiva por parte de las autoridades (recordar la surrealista conversación entre uno de los senderistas y el bombero torero de la centralita), los mineros de Chile han contado con el apoyo inmediato de todo aquel que fuese necesario para intentar solventar su situación. Hasta la NASA se ha puesto manos a la obra para asesorar en todo lo posible a quienes tienen que ejecutar las operaciones de rescate.
En muchas ocasiones, en demasiadas diría yo, nos creemos el ombligo del mundo, que en España todo se hace a las mil maravillas y no siempre este aserto resulta cierto. Es verdad que hemos avanzado una barbaridad en las últimas décadas, pero aún nos falta algo esencial, la coordinación. Todo está excesivamente protocolarizado. Llamar al 112 supone todo un ejercicio de paciencia para el comunicante. Da lo mismo que estén apalizando a una mujer o que haya unos jóvenes atrapados en una cavidad rocosa. Lo que le importa al servicio que dirige en última instancia el señor José Miguel Ruano son los detallitos, no el hecho en sí.
Desde luego, si estos mineros de Chile hubiesen tenido la mala suerte de haber estado en España, concretamente en las Islas, estoy casi convencido de que su rescate no habría tenido la misma celeridad que en el país andino. Cuando se trata de salvar vidas humanas hay que dejarse de tanto protocolo de actuación y ponerse manos a la obra cuanto antes. En muchas ocasiones nos perdemos en la maraña burocrática y dejamos a un lado los sentimientos, la agonía de unas personas que lo están pasando francamente mal.
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Máximo Medina -