Anónimos muy conocidos
Los anónimos están a la orden del día, sobre todo en internet, aunque también hay especialistas en darte el coñazo con números ocultos a través del móvil. ¡Menudos son esos amigos de bancos y seguros que utilizan los teléfonos no visibles para darte el coñazo! Pero no, no es mi intención hablar hoy de los que usan la vía hablada para colocarte su rollo o para intentar saber quién está detrás de la línea sin que tú sepas quién es tu comunicante. Hoy quiero hablar de esas personas que juegan a ser otras en la red y que, cuando hay dinero de por medio, intentan aparentar una cierta bondad, pero buscan información complementaria, que metas la pata y, finalmente, intentar revertir una situación en la que estaban metidos hasta el fango, con claro riesgo de ahogamiento económico-financiero.
Para ser claro y que me entienda el que o los que me quieran entender. Alguien, revestido del espíritu del anonimato, lleva molestando varios días con una serie de informaciones que han llegado hasta mi poder a raíz del juicio en el que está implicado Fernando Peña Suárez (Salatín, Paybo, La Gaceta de Canarias) por sus desmanes, disparates y lamentable ingeniería contable de su fracasado proyecto periodístico. Al parecer, no le gusta al personaje que se vayan filtrando datos sobre todos los pufos que ha podido dejar tras de sí y ahora, al verse despojado de argumentos, utiliza un arma tan previsible como infantil, la del anonimato.
En el fondo, qué quieren que les diga, que hasta da pena que tenga que utilizar a caballos de Troya para hacerme llegar una serie de datos tan personales que, por respeto y consideración, no pienso sacar a la luz pública, pero que merecen, cuando menos, un comentario. Y es que, de verdad, ¿qué demonios me importa a mí si C engañó a B y que a su vez éste le estafó a A? Yo soy, en esta película, la última letra del abecedario, el paria, el estafado, el esquirol, lo que ustedes mejor les venga en gana poner o considerarme.
A mí, como al resto de compañeros esquilmados, lo que nos interesa es ver hasta el último céntimo de las cantidades adeudadas, que este caballero pague hasta la última raspadura de euro y que luego, en todo caso, él se entienda con los que le metieron la puñalada trapera. De todas maneras, esa no es mi guerra y tampoco me importan las peleas entre los machos de la cabra.
Así que, querido (o querida) ser anónimo/a, vete obviando esas estrategias tan burdas como poco efectivas. Bien es cierto que me lo he pasado en grande y hasta he conseguido saber de donde proceden ciertos documentos, pero ya no estoy para perder el tiempo y te puedo asegurar que yo soy un mindundi, un cero a la izquierda y hasta un desautorizado moral para ciertas cuestiones, pero sé de más de uno que no es tan dialogante (y menos con hipotecas y colegio de los niños por pagar) y que podría pasar de las palabras a los hechos. Y si las primeras son gruesas....los segundos...ni te lo imaginas.
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Máximo Medina -