Seguritas sui géneris
Terminal T-4 del aeropuerto de Barajas, 17.40 horas. Los mostradores de facturación prácticamente vacíos de pasajeros. Barra libre para escoger donde recoger la tarjeta de embarque. Curioso. Uno hace el trámite en cuestión de segundos. Empleado amable, 1.000 y una indicaciones sobre la puerta a la que ir y el camino más corto. Todo va bien hasta que…se da uno de bruces con el pegajoso, pesado e intolerable control de seguridad. No es que uno esté en contra de que pasemos bajo el arco y que nuestro equipaje de mano tenga que ir por la máquina de los rayos X. Nada de eso. Parece que los seguritas del chiringuito han iniciado una competición para evitar que un solo pasajero se escape de hacerlo todo correctamente. Siempre te pillan en algo.
Da lo mismo que te quites el reloj, el cinturón, la chaqueta, que lleves el portátil fuera de su funda. No, no es suficiente. En mi caso, después de todo el proceso, te hacen abrir el aparato y, pásmense ustedes, que le dé a las teclas. Sí, al igual que hago ahora mismo para colgar este artículo, pero al azar. ¿Qué creen que hay? ¿una bomba, tal vez droga, algún microchip oculto en uno de los puntos de la tecla de interrogación como nos mostraba Hitchcock en Topaz? Pues sí. Así funcionan los seguritas con ínfulas de tenientes generales en esta terminal y, a buen seguro, que se repiten los casos en otros aeropuertos españoles.
Alguien, en su perfecto derecho, podrá replicarme. ¡Oiga, es que es por nuestra seguridad! Bien, perfecto, pero ¿acaso no pasa todo por una máquina de rayos X para ver si el ordenador lleva o no cosas añadidas? Una de las prácticas más habituales es, por ejemplo, hacerle quitar los zapatos a quien ha conseguido eludir cualquier instrucción extraordinaria. Le pasó a un pasajero que iba delante de mí. Todo perfecto, pero cuando pasó por el arco la vigilante allí impertérrita le obligó a descalzarse y pasar de nuevo por el aro.
Y miren, bien está que se mire por la seguridad de todos nosotros, que después de lo acontecido en los Estados Unidos toda precaución es poca. Pero ya se ha demostrado en más de una ocasión que los que vigilan estos cacharros no siempre están atentos a la jugada, que les han colado elementos punzantes y que, sinceramente, no dan abasto con toda la gente que llega a juntarse en determinadas franjas horarias. Encima, no les pidas responsabilidades si alguien te birla un objeto depositado en la máquina de Rayos X. Aquello parece la operación retorno y quienes tienen prisa porque van pegados de tiempo al embarque pueden acabar cogiendo lo que no es suyo, pero que se le parece. Las explicaciones, como me dice un amigo, al maestro Armero. Ellos, estos vigilantes poco vigilados, sólo están prestos a fastidiar y a fulminar la paciencia de los sufridos viajeros.
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Máximo Medina -