Torquemada xenófobo
Dicen que de bien nacidos es ser agradecidos y, en primer lugar, quiero darle las gracias a María José Cámara, Olga Enciso, Enrique Cabrera y Guillem Castellano, así como a los realizadores de sus programas, entre ellos el todoterreno Jonay Díaz, por las cerca de dos temporadas como tertualiano en sus respectivos programas, Peces de ciudad y Queremos hablar de Tenerife. Han sido unos años de agradables encuentros, de tardes-noches que más de una vez se prolongaban tras el tiempo de emisión al aroma de un barraquito o de un sandwich vegetal. Sin embargo, todo lo bueno (y lo malo) toca a su fin y ya no podremos seguir en esa tribuna radiofónica porque alguien entiende la libertad de expresión como medio para vejar él, pero no los demás.
El caso es que el jefe supremo de la cosa, don José Rodríguez Ramírez, el de los editoriales insultantes, xenófobos y cargados de grandes dosis de veneno, ha decidido que quien suscribe este artículo no vuelva más a las tertulias por la única y simple razón de ejercer desde mi tribuna, Periodista Digital, el sano ejercicio de la réplica, de la libertad de expresión en toda su extensión, para denunciar esas diatribas que están llenas de despectivos ‘negros’, godos, canariones y así un largo etcétera. No le gusta a don Pepito, alias Torquemada, que le enmienden la plana y, lastimosamente, hay alguien que también le ha ido con el cuento, algún pelotillero con ganas de incrementar algunos cientos de euros su nómina, porque, simple y llanamente, el señor Rodríguez hace tiempo que no sabe ni lo que escribe, pero tampoco se cosca de lo que pasa en otros lares, salvo que le informen puntualmente.
Sinceramente, este columnista, cuando trabajaba en La Gaceta de Canarias, fue bastante crítico con la decisión del Parlamento de reprobar las editoriales de El Día, pero solamente por una cuestión de lógica. Eso fue darle más publicidad al personaje y, en realidad, nada ganaban los canarios con esa medida. El paro, las listas de espera en sanidad o el fracaso escolar en nada iban a mejorar con una postura unánime en contra de las pastorales de Rodríguez Ramírez. Es más, sirvió para que el editor agriase más su lengua viperina y le arrease a María del Mar Julios, lectora de la declaración institucional del Parlamento contra esos editoriales, o le diese en el carné de identidad a la presidenta del PP de Tenerife, Cristina Tavío, aunque ésta, al cabo del tiempo, volvió a tener su espacio en las páginas de opinión.
Afortunadamente, tampoco cobraba un solo euro de mi presencia semanal en Radio El Día. Alguien podrá pensar que Velarde critica ahora porque ha dejado de percibir una fuente de ingresos. En absoluto. Quienes me conocen en el panorama mediático de las Islas, especialmente en Tenerife, saben que me encanta colaborar con mis amigos y que, por supuesto, si de repente te cae equis cantidad de euros por verter una opinión, miel sobre hojuelas, no voy a decir que no, evidentemente. Pero a mí me divierte este oficio, trabajo con Periodista Digital y ello me ha permitido abrirme puertas en otros escenarios comunicativos y consolidarme en otros, como mi columna semanal en las páginas de ABC Canarias, con el sensacional Bernardo Sagastume a la cabeza. Por tanto, mi crítica parte desde la base de que estoy en contra se coarte la libertad de expresión y menos aún que, ante los insultos variados del señor Rodríguez, uno no pueda hacer una justa réplica. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Por supuesto, tampoco voy a perder mi tiempo en absurdas querellas contra el editor-directo de El Día por sus ataques contra los españoles, los ‘negros’ o los canariones. Allá él con lo que escribe o, mejor dicho, con lo que dicta. Hay instancias competentes para enjuiciar a este personaje y coincido con muchas personas en que la Justicia ya tiene demasiado trabajo como para encima sobrecargarla con chinchorrerías. La vida suele ser muy justa y pone a cada quien en su lugar. Las gracietas diarias y dominicales de Don Pepito no se van a quedar en el limbo. Tendrán su justa respuesta y, de paso, la gran mayoría de los trabajadores de esa empresa podrán empezar a expresarse con más tranquilidad o dejar de realizar entrevistas de encargo, como la que suelen hacerle cada fin de semana al típico colgado de turno que se pasa por la redacción diciendo que es un independentista de pro y así asegurarse la efímera gloria de la paginita con foto incluida.
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Máximo Medina -