Bocazas Sostres
Lo siento. Tengo que reconocer mi más supina ignorancia, pero es que hasta la fecha desconocía la existencia de un tal Salvador Sostres, una suerte de tertuliano-opinador que ha tomado la deriva de crear polémica allá adonde va. Si en TeleMadrid se atrevió a verter una opinión sobre el olor de las vaginas, ahora ha sido en VeoJota televisión donde se las ha tenido tiesas con el resto de contertulios a cuenta de su opinión sobre la huelga de los controladores. Para este controvertido personaje, la culpa es de los ciudadanos, que sólo están pensando en el puente y no quieren trabajar. Un portento este caballero. Viene siendo un símil del ya ‘embaulizado’ Padre Apeles, pero en el sector de los tertulianos friquis.
Desde luego, si algo caracteriza al señor Sostres es su innata capacidad para cargarse cualquier atisbo de diplomacia. Le importa un pimiento que cientos de miles de ciudadanos se hayan quedado al albur de unos controladores insolidarios y que actuaron salvajemente, aunque con la pasividad de un Gobierno que ya sabía desde día y medio antes que se estaba cociendo algo en las torres de control…y no era precisamente el caldo de la abuela, sino una huelga encubierta por la chulería de un ministro de Fomento que también se merece el premio al don de la oportunidad. Sin embargo, insisto, a este opinador le pareció que la culpa de todo la tuvieron esos españoles que quisieron disfrutar del puente. Sólo le faltó espetar ese clásico del ¡qué se jodan!
Ahora bien, no sé cuánto tiempo puede durar el fenómeno Sostres, pero como siga en esta línea va a terminarse antes que un saco de caramelos a la puerta de un colegio, pero no porque aburra o al final sea tan previsible, sino porque va a conseguir que alguien igual o más descerebrado que él le espere a las puertas del estudio de televisión para ‘agradecerle’ gentilmente sus palabras. En román paladino, este señor llamó vagos percherones a los ciudadanos que quisieron disfrutar de unos días de asueto. Nadie nos regala las vacaciones, al menos a los que vivimos de una nómina. Tenemos que ahorrar como hormiguitas y no es tolerable que entre el salvajismo de unos y la torpeza de otros acabemos fastidiándonos en un aeropuerto.
Por supuesto, todo hay que decirlo, yo tuve la suerte de trabajar esos días, además me dedico a lo que más me gusta, el periodismo, y puedo asegurar que me lo pasé como siempre, bomba, pero no pude por menos acordarme de esas familias que, después de muchos sacrificios económicos vieron como una casta de privilegiados les echaba por tierra (nunca mejor dicho) el sueño de un largo puente de diciembre. Y encima, de postre, viene este personaje creado de la nada a echar sal en la herida de unos viajeros que aún claman al cielo (muy apropiado al caso) por la estafa moral a la que se han visto sometidos, amén de la económica, ya que parte de ese dinero no lo recuperarán o lo tendrán que pelear hasta la extenuación.
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Máximo Medina -