Senderistas insensatos
No ha pasado nada y hay que alegrarse por ello. Pero, por favor, ¿es que hay senderistas que son incapaces de consultar el pronóstico del tiempo y lanzarse a lo loco al monte con el riesgo de quedarse atrapados y tener que movilizar a los equipos de emergencia y seguridad? Esto ha acontecido el pasado fin de semana en el macizo de Anaga, un lugar paradisíaco, capaz de hacer las delicias de los amantes de las caminatas, pero que también se convierte en una trampa mortal en caso de tiempo lluvioso y este sábado fue uno de los peores días que se conoce en este parque rural, máxime porque llevaba varios meses sin conocerse precipitaciones en la zona y los desprendimientos estaban más que cantados.
No estaría de más que se aplicase la doctrina catalana de empezar a pasar el recibito a estas personas que no tienen a bien no pensar en las consecuencias que se pueden derivar de sus actos insensatos. Toda la semana ha estado con tiempo inestable en Canarias y en Tenerife no ha dejado de llover desde hace nueve días, además en algunos momentos con mucha intensidad, factor más que suficiente como para que gente con un mínimo de cabeza se quedase en su casa o haciendo otra actividad menos peligrosa y arriesgada. Pero no, a más de uno le puede el egoísmo.
Insisto en que, afortunadamente, no ha habido que lamentar daños personales, más allá del susto que se habrán llevado estos senderistas en algún momento de la jornada, sobre todo cuando vieron que el agua se les venía encima y que salir de allí no iba a resultar nada sencillo. Por suerte, todo hay que remarcarlo, tenemos a unos equipos de salvamento que son un primor, verdaderos especialistas en rescates casi al filo de lo imposible, hombres y mujeres curtidos en actuaciones como el temporal del 31 de marzo de 2002, el Delta de noviembre de 2005 o las grandes lluvia caídas hace un año, por estas mismas fechas.
Estos cuerpos de vigilancia son grandes conocedores de un terreno que, dicho sea de paso, siempre nos acaba descubriendo una faceta ignota y por eso, aunque ejecutan sus operaciones como grandes profesionales, también en su fuero interno les tiene que contrariar que la gente se meta en problemas sin haber necesidad de ello. Otra cosa son los habitantes de los núcleos del macizo, a los que ha habido que rescatarlos cuando la situación se ha puesto imposible, con riesgo incluso de quedarse completamente aislados.
Repito mi alegría por el hecho de que estos senderistas hayan logrado llegar sanos y salvos a su domicilio, pero habría que empezar a pensar en copiar el modelo catalán (que se aplicó antes en otros países) donde esos rescates por imprudencia los paga el autor (y además con un gran palo para su bolsillo).
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Máximo Medina -