Consagremos el respeto al templo
Me acusarán de clasista, retrógrado y facha, pero me da lo mismo. La decisión de que a partir de ya se prohíba la entrada en la Basílica Menor de Candelaria con una vestimenta poco adecuada me parece una medida acertada, no exenta de polémica, porque ha habido momentos en los que determinadas personas se creían estar en el patio de su casa. Gente que entraba en el templo solo con el biquini o con el bañador, en cholas, con unas ropas que chocaban frontalmente con lo que representa un edificio religioso y el oficio que allí se estaba celebrando.
Ya he podido escuchar diversos comentarios sobre que todos somos hijos de Dios y de que a éste no le importa que vayamos con traje y corbata o con el uniforme de campo-playa. Sí, es verdad, todos somos hijos de Dios, pero eso no nos da la libertad para ir a la casa del Señor con andrajos o como cuando vamos al monte de chuletada. Se suele decir que el respetito es muy bonito y, precisamente, igual que no vamos a nuestro puesto de trabajo, especialmente si hay que estar atendiendo de cara al público, o a una fiesta de Año Nuevo como unos verdadero pordioseros o como unos náufragos, lo menos que se puede pedir es un poco de decoro cuando acudimos a la Basílica de la Candelaria o a cualquier templo religioso.
Es más, puedo relatar mi experiencia en Estambul. Allí, por ejemplo, no se podía entrar en ninguna mezquita si no era con las babuchas, pantalón largo y las mujeres, por ejemplo, con la cabeza cubierta. Allí no hay nadie que se atreva a discutir o a rebatir la norma, por muy absurda que parezca. Hay que hacerlo porque son los preceptos religiosos de Mahoma y así son entendidos. A los turistas no nos queda otra que aceptarlos.
Evidentemente, aquí no estamos ante ese fundamentalismo de esos países islámicos, pero es verdad que en España ha habido un cierto relajo en la forma de vestir y ya se están estableciendo unas ciertas normativas para desterrar estampas que no son nada agradables. Determinados establecimientos de restauración del litoral peninsular han tenido que verse en la obligación de solicitar a su clientela que no se puede acceder a su interior con el torso desnudo o con esas camisetas de tirantes que dejan prácticamente todo el tronco al descubierto. Llamémoslo decoro, respeto o pura higiene, pero es lo que hay. O lo tomas o lo dejas.
En cuanto a entrar en nuestras iglesias con una vestimenta respetuosa, insisto, estoy de acuerdo. La religiosidad no entra en contradicción con la buena presencia. Igual que no nos presentamos en una entrevista de trabajo con nuestras peores galas, tampoco debemos faltarle el respeto al simbolismo de un templo. Pero, claro está, como es la Iglesia la que saca estas normas, ya tendremos a los cuatro de siempre a hablar de clasismo y de facherío. Esos mismos son los que, por ejemplo, miran hacia otro lado cuando lapidan a mujeres en Irán, lo que pasa es que parece que estén más a gusto con esos regímenes talibanes, más afines a su ideología de cartón.
1 comentario
Máximo Medina -