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Desde mi escaño

Concilio de Treinta

Concilio de Treinta

Siglos después de celebrarse el Concilio de Trento, ahora, en pleno 2011, va a tener lugar el llamado Concilio de Treinta, patrocinado por la Dirección General de Tráfico. El ente que dirige Pere Navarro se ha convertido en el cajón desastre de los experimentos más alocados, de las ocurrencias más hilarantes. De todos es conocida la famosa frase de ‘No podemos conducir por ti’, pero sí que están siempre tutelando y monopolizando lo que deben hacer los conductores españoles, imponiendo normas, a cual más absurda, que dejan a los poseedores del carnet al capricho de unos agentes que, dicho sea de paso, tampoco saben como reaccionar ante diversos incidentes que se producen en la vía.

Pero, como no había suficientes discrepancias a la hora de entender los cambios introducidos en el código de circulación, el ‘inteligente’ de Navarro ahora se saca de la chistera dos nuevas modificaciones. La primera, la de que en vías urbanas de un solo sentido no se vaya a más de 30 kilómetros por hora y que los adolescentes de 16-17 años puedan conducir, pero yendo siempre en compañía de un adulto. Como podrán comprobar, unas medidas que no creo que fuesen una necesidad perentoria, pero está claro que al cerebro de la DGT todo se la trae al pairo.

En relación al primer cambio, no es que sea un defensor de la alta velocidad, de que las calles de nuestras ciudades se conviertan en circuitos de Fórmula 1, pero tampoco es cuestión de que nuestras vías sean una estampa constante de Semana Santa, yendo a paso de nazareno, que es lo que parece que pretende el señor Navarro. Es más, los datos estadísticos revelan que en plena hora punta la velocidad en Madrid no sobrepasa los 24 kilómetros a la hora y que, precisamente, a menor ritmo circulatorio, mayor contaminación ambiental. La boina de porquería atmosférica que presenta la capital de España sería mucho mayor que la actual.

Y en cuanto a que los menores puedan llevar el coche del papá, de la mamá o del hermano mayor pues, sinceramente, otra atrocidad de este ideólogo. Hablamos de pedir responsabilidades a los conductores, de milagro no se les pide una prueba de madurez y, en cambio, dejamos el volante en manos de personas que, quizá, no estén preparadas para enfrentarse a las dificultades que se pueden presentar en cualquier momento. Habrá jóvenes que vean esto como un motivo de diversión, pero conducir no es nada divertido, al menos en ciudad. Las trampas están donde menos te lo imaginas y si conductores con años de experiencia a los mandos han acabado sufriendo algún que otro incidente, ¿qué podemos esperar con imberbes pisando el acelerador?

En fin, este es el señor Navarro, el que rima con desbarro, el mismo que sanciona a un jefe provincial porque, simplemente, tuvo la osadía de poner en su sitio a la pornográfica subdirectora de la DGT, la de las poesías de mal gusto. Este ente, dependiente del Ministerio del Interior, ha ido de lo malo a lo peor y no parece que alguien tenga la intención de hacerlo, siquiera, un poco mejor.

1 comentario

Máximo Medina -

NO puedo entender eso de rebajar el límite de velocidad en las ciudades, más que nada porque casi nadie tiene ocasión de ir a 50 kilómetros/hora y mucho menos con atasco. ¿Habrá afán recaudatorio detrás tras estar toda la vida conduciendo en semejantes parámetros? Pues me temo que sí, porque si no, es incomprensible modificar esta norma. En lo de los conductores noveles, otra metedura de pata. Un menor se encuentra al margen de la población en lo que a normativa legal se refiere, aquí ¿ocurrirá lo mismo? Porque si fuera así, cada vez que vea un conductor de apariencia joven, extreme sus precauciones, pues puede ocurrir cualquier cosa por su inexperiencia, vaya acompañado o solo. Hay algunos políticos, entre ellos el señor Navarro, que si no dejan su impronta en las leyes es como si no hicieran nada. Bastante hacemos ya con pagarles su sueldo a final de mes, como para que nos estén pinchando cada vez que se les ocurre. ¿Estos son los que trabajan y representan al pueblo? Pues vamos listos.