La excusa golpista de ZP
Hace 30 años, la democracia española, que apenas daba sus primeros pasos, estuvo a punto de sufrir un golpe mortal de necesidad tras la catatonia golpista, afortunadamente fracasada, perpetrada por Antonio Tejero y los compinches Armada y Milán del Bosch. Los españoles, después de darnos la oportunidad de tener una Constitución, volvimos a dar ejemplo de unidad frente a quienes pretendían volvernos a meter en tiempos pretéritos y de infaustos recuerdos para las libertades. Han sido tres décadas de respeto, de alternancia en el poder, pero eso no es óbice para que hayamos asistido en la mañana de ayer a una patochada, a un esperpento perfectamente preparado por Zapatero para eludir el control al que se debe someter el Gobierno.
No es de recibo que el presidente obvie la pregunta del máximo exponente de la oposición (pero como si hubiese sido el último diputado de la Cámara) con el argumento de que hoy es 23 de febrero y que los españoles estamos celebrando que hace tres décadas se produjo en la sede de la Carrera de San Jerónimo un momento de dignidad, valentía y unidad. Sí, nadie lo niega, pero es que olvida (o no) el señor Zapatero que, precisamente, ese señor que entró a gritos en el hemiciclo pretendía eso mismo, hacer callar todas las voces de todo el arco político. Quiso imponer el diálogo de los exabruptos y de los disparos al aire. No triunfó y, aunque es para conmemorarlo, no tiene vuelta de hoja la respuesta de ZP.
Y es que el Congreso de los Diputados tiene que ser diariamente un monumento a la democracia, pero no como simples gestos de cara a la galería, sino debatiendo, discrepando, proponiendo, aceptando, rechazando o enmendando. Las palabras de Zapatero han supuesto todo lo contrario. ¡Qué mejor homenaje que darle la replica al líder de la oposición! Eso es el sistema que supimos conservar y que no queremos perder, pero algunos, con tal de evitar dar explicaciones, se agarran a un clavo ardiendo. Ayer, porque fue 23 de febrero, pero ¿y mañana, y pasado y al otro?
Evidentemente, de todos es sabido el mal trago que supone para el jefe del Ejecutivo estatal tener que dar la cara cada semana en la Cámara Baja. No le gusta a nadie de su gabinete tener que estar presente en las sesiones de control, pero especialmente los titulares de Interior, Economía, Trabajo, Sanidad, Industria o Exteriores, amén del propio ZP, que suelen acabar con unos berrinches tremendos ante las aceradas cuestiones a las que son sometidos por parte de las fuerzas de la oposición, pero sobre todo el trío conformado por Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y Álvaro Gil Lázaro. Cuando los ven levantarse, supongo yo, a más de uno le gustaría que tal vez se produjese un nuevo golpe, más que nada para no tener que responder al interrogatorio.
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Máximo Medina -