Censura invisible (o no)
Pongamos por caso que usted cuenta con una emisora de radio. Pongamos a su vez que esa misma estación no es de las grandes, sino más bien una empresa pequeñita, apañadita, pero que con una gestión eficiente está logrando penetrar en el mercado y año tras año sube en audiencia y, evidentemente, en cuñas publicitarias para poder mantener en nómina a una serie de empleados y que usted no tenga que ser el hombre orquesta. Imaginemos también que usted tiene todos los permisos reglamentarios, pasa las inspecciones pertinentes con nota y jamás ha recibido una sola queja por meterse en el espacio de otras radios o interferir espacios radioeléctricos que impidan determinadas operaciones aéreas.
Ahora, mis queridos lectores, sitúense en el siguiente escenario. Lleva ese director de la emisora alrededor de tres años emitiendo. Jamás, insisto, ha tenido quejas o sanciones administrativas, pero, por arte de birlibirloque, le llega una carta certificada en el que se le pide que, automáticamente, cese las emisiones porque puede ser que esté perjudicando el normal desarrollo de las operaciones de un aeropuerto cercano a la emisora y a la antena repetidora que sirve para difundir las ondas a importantes núcleos.
Usted comprueba que ese mismo ente administrativo ya mete el remo de inicio porque le sitúa sus equipos en una zona donde usted no los tiene, pero eso no es óbice para desoír o rebelarse contra el poder establecido. Le toca bajar la palanca y dejar la emisora uno, dos, tres y así hasta una semana ya sin poder llegar al núcleo más importante de oyentes que tiene, con la consiguiente brecha que eso supone en las cuentas de la empresa, puesto que los anunciantes, lógicamente, no son una ONG y empiezan a reclamar daños y perjuicios por no emitirse los anuncios que previamente han pagado.
Usted sabe que ha cumplido la ley a rajatabla, que no está actuando al margen de las normas establecidas, algo que otros del gremio se saltan a la torera, emitiendo ilegalmente o ocupando la frecuencia que a usted normativamente le corresponde. Sin embargo, a pesar de tener todas las pruebas a su favor, la Administración se empeña en actuar lentamente porque, esa es otra, a uno le hacen cesar su actividad, pero luego no tiene el burócrata la misma celeridad para realizar las comprobaciones pertinentes. Total, los encargados en detectar los fallos cobran del dinero de todos los contribuyentes, lo hagan rápido o tarden un decenio. Es igual.
Lo cierto es que, a día de hoy, existe una voz secuestrada, al menos en una parte del territorio y, aunque oficialmente te cuentan una milonga, los que tenemos un poco más de recorrido, sabemos por donde silban (nunca mejor dicho) las balas o los tiros. Sin embargo, tal y como cuenta la Biblia, igual a Goliath le vuelven a derribar de una pedrada monumental gracias a la maestría de David. Al tiempo.
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