El descenso no es una opción, sino un hecho
Sentenciado. El CD Tenerife, salvo mejor criterio, está ya virtualmente descendido a la Segunda División B. Tras la patochada del Córdoba en casa, hace casi un mes, la escuadra blanquiazul prácticamente había dilapidado todas sus opciones de permanencia, algo que confirmó en Elche, le puso algún interrogante en Tarragona y este pasado fin de semana ha sacado el pasaporte para la morgue después del enésimo ridículo casero, esta vez ante el Huesca.
El problema, insisto, no es la plantilla en sí, porque a estos jugadores no se les ha podido olvidar jugar al fútbol, en absoluto. Estamos ante un plantel que, nombre por nombre, ya lo quisieran para sí muchos de los equipos de la categoría (Nino, Aragoneses, Julio Álvarez, Bertrán, Natalio, Pablo Sicilia, Juanlu, Melli), pero algo muy gordo debe andar cociéndose desde hace tiempo en el vestuario o en la entidad en sí, en el Callejón del Combate (o del tomate) porque nadie con dos dedos de frente entiende lo que está aconteciendo en el seno del club blanquiazul.
Aquí se intentó vender la idea de que Arconada no supo transmitir a los jugadores lo que quería o que era demasiado inflexible con determinados aspectos (posiblemente el quid de la cuestión, las sesiones dobles de entrenamiento). Luego se trajo a Mandiá, un entrenador de acreditada solvencia al que las circunstancias también acabaron por devorar. Entre medias de ambos, un partido (con derrota) para el preparador del filial, Alfredo Merino, y luego, casi como remedio definitivo, Antonio Tapia. En cuatro partidos lo sacó del descenso, pero determinados sectores mediáticos se pusieron la bandera del forofismo y poco menos que empezaron a conjugar la posibilidad de jugar los play-off de ascenso. Fue ganarle al Xerez y a partir de ahí todo se vino al piso. Desde entonces, el punto frente al Tarragona y pare usted de contar. El resto, derrotas ante: Cartagena, Barcelona B, Numancia, Córdoba y Elche.
La desesperación de Miguel Concepción le llevó a echarse en los brazos del técnico más plano y más amarretegui que ha visto el fútbol español, incluso por encima de Javier Clemente. David Amaral era la apuesta unilateral de un mandatario incapaz de darle un rumbo coherente al Tenerife, pero los experimentos a estas alturas no se hacen con gaseosa, no había tiempo para más errores, y, sin embargo, el conjunto chicharrero feneció contra el Huesca.
Lo peor de todo es que aún quedan 9 jornadas (Alcorcón, Villarreal B, Granada, Huelva, Betis, Valladolid, Albacete, Ponferradina y Las Palmas) y si hacemos caso de los puntos sacados en la primera vuelta por la formación blanquiazul ante esos equipos nos encontramos con un dato temible, sólo diez puntos, de tal suerte que acabaría la liga con 38 créditos, suficientes incluso para acabar como último de la clasificación.
De toda esta situación, al menos, permítanme la ironía, algo bueno. Que el eslogan del año que viene sólo cambien Primera por Segunda y en menos de lo que piensas…
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Lewis Rogers -