Uno menos
Uno menos. El Mundo (así, en mayúsculas) es hoy un lugar un poco más tranquilo, más limpio, menos mezquino, aunque por supuesto aún quedan sátrapas pululando a sus anchas, auténticos personajes que, revestidos de un barniz supuestamente democrático, masacran a su pueblo de manera más o menos larvada y consentida por una comunidad internacional que, lamentablemente, tiene una doble y hasta una triple vara de medir a la hora de dictaminar quién es amigo, quién es enemigo o quién no está en ninguna de esas dos categorías.
El asesinato de Osama Bin Laden nos deja algo más reconfortados. Es evidente que partiendo del innegable aserto que no se puede desear la muerte de nadie, entre otras cosas para quienes profesamos la fe cristiana, lo cierto es que a veces hay que bajar al terreno de la medicina y, como diría cualquier cirujano (se me ocurre por ejemplo el caso de Antonio Alarcó), extirpar un órgano secundario para salvar el resto del cuerpo. En este caso, el líder de los talibanes era esa pieza funesta, ese cáncer que estaba jeringando nuestra paz y, aunque hubiese sido deseable un juicio sumarísimo, tampoco voy a ser de los que se unan a esa hipocresía progre de llorar por Bin Laden. Uno menos, al igual que pasó con Pinochet o con Sadam Husseín.
Ahora, desde luego, me gustaría que empezasen a caer en cadena auténticos dictadores que siguen aupados en la poltrona y que cuentan en cierta medida con la connivencia del resto de estados para machacar día tras día a sus ciudadanos. Se me ocurren varios ejemplos. Cerquita de España tenemos a un impresentable que responde al nombre de Mohamed VI, un déspota, un auténtico pisoteador de los derechos humanos. Sin embargo, nuestro Gobierno, el de Zetaparo, juega a las relaciones de amistad con el sátrapa de la chilaba.
Claro, que no siempre es la izquierda la que tontea con estos regímenes totalitarios. Ahí tenemos al alcalde de Madrid, tele-prisa Alberto Ruiz Gallardón, del PP, capaz de hacerle un homenaje a la máxima autoridad de Qatar, un tipejo que, por ejemplo, es capaz de pasar a cuchillo a todo aquel que se declare homosexual. Un liberticida al que el edil de la capital pasea sin mayor sonrojo a los ojos de una sociedad estupefacta.
Y hay muchos más casos. China, con Hu Jintao, un país con el que medio mundo y parte del otro hace negocios. Les concedemos la organización de Juegos Olímpicos, pero miramos a otro lado cuando se encarcelan por millares a los defensores de la libertad. Cuba, el paraíso de los tiranosauros Castro, es otra perla de nuestra ‘gran diplomacia’ española. Desatinos Moratinos y Pocoyó Trinidad Jiménez insisten en ningunear a los disidentes. Los tratos sólo con los hermanos del puro y de los discursos plúmbeos…aunque el pueblo siga muriéndose de hambre.
Y así podríamos seguir con la Venezuela de Chavez, el Irán de Ahmadineyad o un ingente número de países africanos que sufren constantemente severas tiranías, cambios de poder donde se pasan de un canibalismo a otro, revueltas perfectamente consentidas por la comunidad internacional que, mientras tenga asegurados sus procelosos negocietes en esos lares, les importa un comino la identidad del carcelero de turno. Lo que les tiene sólo pendientes es el cobro del porcentaje. Lo demás es accesorio.
No obstante, y después de todo este rollo, me alegro enormemente que los de siempre, es decir los norteamericanos, nos hayan extirpado un cáncer llamado Bin Laden. Le pena es que el resto de parásitos siguen campando a sus anchas por el atlas mundial y, lamentablemente, con el consentimiento del mismo equipo médico que ha reducido a cenizas al líder de los talibanes.
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Máximo Medina -