¡Qué decepción, Lorca no es Japón!
¡Qué pena! Uno, en su inocencia, pensaba que tras el terremoto de Lorca nos comportaríamos al estilo de los japoneses quienes, dicho sea de paso, sufrieron una catástrofe exponencialmente superior a la del seísmo que tuvo lugar en la localidad murciana, pero los hechos han demostrado que en España somos diferentes, que buscamos siempre sacar rédito de la desgracia ajena y este caso no ha diferido de esa peculiar picaresca que nos caracteriza. Somos unos Rinconete y Cortadillo, pero en versión moderna, desnaturalizados y sin sentido de la compasión, pasando tres kilos de si nuestra acción de pillastre puede perjudicar a otra persona que, en realidad, lo está pasando verdaderamente mal.
Por si alguien aún está perdido, les cuento que al segundo día de haberse producido el temblor en Lorca, hubo personas que fingieron estar afectadas por la pérdida de sus viviendas y empezaron a hacer cola para hacerse con el kit básico de mantas, sacos y, sobre todo, comida. Muchos de los afectados, inicialmente, tuvieron un comportamiento ejemplar porque, con la confusión y el trauma momentáneo, nadie iba a ponerse a exigir un documento acreditativo de nada. Se buscaron los medios y los alimentos suficientes para poder satisfacer la demanda. Hasta ahí, sin problemas.
El lío llega desde el momento en que los técnicos de urbanismo comienzan a evaluar las viviendas y a dar carta blanca para que quienes tengan su casa en condiciones de habitabilidad regresen a las mismas y, claro está, tendría que bajar necesariamente la demanda de petición de comida. Pero nada más lejos de la realidad. A pesar del alto porcentaje de casas que podían estar listas para ser nuevamente ocupadas, el nivel de personas que se ponían a la cola no bajaba en la misma proporción y, cómo no, aunque suene mal o rastrero, hubo que empezar a hacer un seguimiento de determinadas personas y saber fehacientemente si eran o no perjudicadas del terremoto y si su hogar estaba en condiciones de volver a ser habitado.
La sorpresa fue descubrir que un grupo bastante nutrido no vivían en Lorca, sino en otros núcleos que no habían sufrido la acción del devastador seísmo, es decir, se apuntaron a la sopa boba, abusando de la buena fe de las autoridades, voluntarios y los verdaderos afectados. Por eso, cuando uno observa actitudes de este estilo, uno no puede sino echar la vista atrás, mirar hacia Oriente y ver como Japón nos ha dado un ejemplo en todos los aspectos. Luego nos quejaremos de que salgan políticos corruptos y que ninguno dimita en este santo país llamado España. Si ante la desgracia general somos capaces de sacar provecho…
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Máximo Medina -