Subversión democrática
Lo han conseguido. Los indignaditos han pasado de las palabras a los hechos, pero además a lo bestia. Ya hace unos días avisaron en Madrid, frente al Congreso de los Diputados, luego la liaron parda por fuera de las Cortes Valencianas y ya esta semana han ido a degüello contra todo aquello que se moviese. Por lo pronto, estos radicales antisistema se han presentado frente a la casa del alcalde de Madrid al que le increparon al grito de fascista e hijo de puta por los recortes en la fiesta gay de Chueca. Ni los modos educados del primer edil, invitando al diálogo a los manifestantes, aplacaron la ira de unos personajes que sólo quieren buscar bronca por la bronca. Su modus vivendi es ése.
Y como lo de la capital de España les fue bien, más que nada porque han logrado su cuota de protagonismo, ayer la montaron por todo lo alto frente al Parlamento catalán. Miles de ’indignados’ se apostaron ante la sede de la democracia regional para evitar la entrada de los diputados. Algunos, como el presidente, Artur Mas, y algún que otro consejero y diputado, pudieron esquivar el piquete entrando como el hombre de Tulipán, es decir, en helicóptero. Pero otros no tuvieron tanta fortuna y se llevaron empujones y ropas manchadas por spray, aparte de insultos diversos. Lo peor del caso es que los agentes policiales tuvieron que aguantar estoicamente los embates dialécticos y los amagos violentos de verdaderos niñatos que no levantan ni medio palmo del suelo, pero que se atrevían a ponerse a dos milímetros de la cara de los agentes, en plan provocador a ver si les lanzaban un porrazo para tener un motivo para montar una batalla campal.
Lo cierto es que el movimiento 15-M, lo que es ahora, ya no tiene nada que ver con lo que se propugnaba en sus inicios, si es que en verdad alguien podía pensar en el buenismo de esta gente. Pongámonos en la hipótesis de que sí, que en realidad, cuando se lanzó la convocatoria por las diferentes redes sociales, eran personas voluntariosas y deseosas de cambiar cuestiones trascendentales, pero al final esos pocos juiciosos fueron absorbidos desde el minuto uno del partido por estos impresentables reventadores, insultadores profesionales y gentuza de baja ralea, de estrofa más baja que los habitantes de Lilliput, chusma que sólo tienen entre ceja y ceja pervertir el régimen para imponer el suyo, ese falsario comunismo de sopa de col, aunque por detrás traten de enriquecerse como esos empresarios a los que ellos tanto denostan.
Lo digo y lo mantengo, para nada soy amigo de la violencia, es más, la rechazo de pleno y de plano; pero también está llegando todo al límite, a esa gota que va a colmar el vaso y no le arriendo la ganancia a estos alborotadores que se jactan de burlarse de la policía. La somanta de palos que más de uno merecería llevarse sería de campeonato. Hoy comparan estos actos de ’reivindicación’ a lo que ha pasado en Egipto o Túnez. Nada de eso. Si el paralelismo fuese cierto, la policía española debería de haber molido a palos y dado muerte a más de uno de estos sujetos infectos y rastreros. En esos países, la gente ha luchado por su libertad, aun a riesgo de perder su vida. Aquí se ha jugado con reglas muy diferentes, la de saber que los agentes, salvo casos perfectamente tasados, no pueden emplear la violencia. Esa es la diferencia, por mucho que alguien lo quiera poner de heroico.
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Máximo Medina -