Y encima le ríen las gracias
La afición del Real Madrid, al menos la que asistió en la noche del miércoles 24 de agosto al torneo Santiago Bernabéu, dejó bien a las claras que tiene el mismo tamaño de inteligencia que el cerebro de un mosquito. No se puede entender de otra manera que después del desagradable incidente del dedo en el ojo con el que el entrenador merengue regaló al segundo del Barcelona, Tito Vilanova, los seguidores jaleasen a Mourinho como un verdadero héroe, como el gurú blanco. Pensaba, realmente, que la afición madridista tenía más y mejor criterio, pero desde luego los que acudieron al campo han dejado aún más a los pies de los caballos el prestigio de la entidad de Chamartín.
Tampoco vamos a negarle méritos al preparador luso en el sentido de que ha conseguido meterse de lleno en el bolsillo a la hinchada blanca. Ni un solo pero a sus decisiones, incluso hasta calló cuando Mou optó por relegar al banquillo al capitán del equipo, a Iker Casillas, por entender que éste no es nadie para arreglar problemas ni diferencias con el Barcelona. El portugués, cual alquimista, ha conseguido la fórmula ideal para evitar que los focos se centren en los resultados cuando las cosas vienen mal dadas. El luso tiene su particular lista de excusas que anteponer y en ella nunca se encuentra él. El no se equivoca, es una especie de dios, algo que no es de extrañar cuando es considerado como The Special One.
Sin embargo, no había sido hasta la fecha el estilo del Real Madrid el tener que aguantar las veleidades de un tipo que se hace acompañar de un portavoz propio, ajeno al club, de un guardaespaldas, también sin que la entidad lo haya colocado ahí, de un señor que no contesta en las ruedas de prensa o que, directamente, manda al marioneta de Karanka a hacer el paripé; de un entrenador que se mete en casas ajenas, que insulta a diestro y siniestro y que, en el culmen de la cadena de despropósitos, mete el dedo en el ojo a un compañero de profesión. Y la respuesta ante todos estos desmanes es ponerle en una pancarta que es el dedo que guía al madridismo. Con eso, sinceramente, ya está todo dicho.
Quizá a los socios blancos les convendría hacer memoria y ver lo que pasó en su momento en la casa del vecino rojiblanco, cuando gobernaba los designios del Atlético de Madrid Jesús Gil, que en paz descanse). Su verborrea, sus acusaciones, sus andanadas, sus insultos y vejaciones acabaron también por hacerse agresión física en la figura del gerente del Compostela. Siempre había una corte de palmeros que le reían las gracias, pero todos sabían que la historia de Gil con la entidad rojiblanca acabaría mal. En el caso del Real Madrid, el hecho de no haberle puesto el cascabel a Mou ha provocado que este se crea el rey del mambo y ya se cruzan apuestas para ver cuál es la siguiente ocurrencia del luso, que puede estar entre la agresión a un colegiado, a un futbolista del equipo contrario o cortar el esférico en pleno juego.
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Lewis Rogers -