¡¡¡Qué envidia me dais!!!
El genial vídeo de José Mota sobre Alfredo Pérez Rubalcaba y su técnica del hurgamiento fue un preludio bastante exacto de lo que está haciendo el candidato del PSOE de cara a las elecciones. El que se autoproclamó líder de los socialistas está aplicando a la perfección esa estrategia de hurgar y ver por dónde puede sacar votos. Primero empezó captando la atención de los indignos indignados, después siguió arremetiendo contra los bancos y contra los ricos para tratar de fidelizar los votos de la clase media y ahora se viste de lagarterana para rebañar los apoyos de los catalanistas más recalcitrantes. Vamos, que ya me veo al señor Rubalcaba haciendo mítines en catalán en el Baix Ebre o en Seva.
Desde luego, resultó cómico observar al político de Ferraz haciendo el mayor de los ridículos en la fiesta de la rosa. Allí, ante cientos de afiliados de estómago agradecido (sobre todo porque no veas como le daban a las viandas mientras hablaba el líder del PSOE), el candidato hizo una apología del catalán, lamentando no ser uno más, no tener esa riqueza lingüística, esa variedad cultural, la posibilidad de manejar dos idiomas, la suerte que tenían quienes vivían allí. Lo que sucede es que se olvidó, casualmente, de todo el drama que viven muchos padres con la educación de sus hijos y la imposición lingüística.
Y es que, mire usted por donde, el gobierno catalán de Montilla fue uno de los más feroces y atroces en materia de inmersión lingüística. Tan honda fue esa inmersión que el castellano quedó prácticamente ahogado y no se ha recuperado del coma. Es más, valga la redundancia, Mas quiere requeteahogar a la lengua cervantina y sólo le faltaba al presidente de la Generalitat que el doctor Bacterio le hiciera el juego con eso del idioma. Vamos, que se ha juntado el pirómano con el dueño de la lata de gasolina.
De verdad, cada vez que el aspirante de Ferraz abre la boca no sólo es que meta la pata, sino que genera un infarto diario dentro de su equipo electoral. Las encuestas siguen bajando en la misma proporción en la que el castellano sigue vejado en Cataluña. La gracieta de ¡Qué envidia me dais! le va a suponer un bofetón en las urnas porque no se puede jugar de esta manera. ¡Hay que ser falaz y cínico para reírse de las desgracias ajenas! Y es que el catalán, como el vasco o el gallego, es riqueza, pero ésta se pierde cuando viene impuesta y máxime cuando quieres convertir en lengua oficial lo que habla una minoría. 47 millones de españoles no podemos estar equivocados, creo yo.
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Máximo Medina -