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Desde mi escaño

Pongamos que hablo de Madrid

Pongamos que hablo de Madrid

El timo de la estampita de la política es que los ciudadanos elijan a un militante, pongamos que hablo para alcalde y pongamos que hablo de Madrid y luego, después de cinco meses, sea uno de los posibles elegidos por su partido para ser ministro. Quienes hayan votado confiado en ese cabeza de cartel tienen todo el derecho del mundo a sentirse defraudados, estafados y hurtados en su derecho como electores porque ven como su papeleta es papel mojado, un botellazo en toda la testa.

Evidentemente, hablo de la decisión de Mariano Rajoy de llevar a Alberto Ruiz Gallardón como número cuatro al Congreso de los Diputados por Madrid (y por supuesto con la anuencia, permiso y reverencias de éste). El hecho de que este político del PP haya sido reelegido hace apenas 5 meses como alcalde de la capital lo invalida moralmente para ejercer otro cargo. Los ciudadanos no han querido, en teoría, a Cobo, Botella o Perico de los Palotes, sino a Gallardón. Otra cosa, es verdad, es la manía de presentar unas listas que son departamentos estancos, inamovibles y más inflexibles que el granito, con lo que al final hay que tragarse verdaderos sapos en las planchas.

Creo que poner en tela de juicio las habilidades del primer edil madrileño sería absurdo de todo punto, pero no se puede tolerar este cachondeo, esta alegría electoral de ahora soy alcalde, mañana diputado y pasado ministro. No, esto no se puede consentir, por mucho, eso sí, que haya sido la moneda de uso común entre nuestra clase política. No es el primero, y me temo que tampoco el último, caso de representantes que se mudan de institución en cuestión de meses o de un año y pico. Eso se llama fraude de ley, lo que pasa es que no hay forma de llevarlo a un juzgado porque nadie se compromete ante notario (salvo Ciudadanos de Santa Cruz) a cumplir sus compromisos, entre ellos los de la permanencia en el cargo.

No me extraña, y valga la broma, de que en España sólo tenga una fidelidad garantizada el compromiso de permanencia a las compañías de telefonía móvil. Divorciarse está tirado y cambiar de corporación en menos que canta un gallo, mucho más. Y en el caso de Gallardón podemos estar hablando de un récord olímpico, dicho sea sin acritud.

1 comentario

Máximo Medina -

Discrepo con usted, una vez más. No es un fraude de ley, es un fraude moral, que puede ser incluso peor. Gallardón revalidó la alcaldía para ser olímpico y ahora que ve cerca el triunfo de su partido, se muda de casa, aunque siga en Madrid, para regentar un ministerio, si es que eso es lo que ocurre finalmente. No me parece nada ético. Los millones de madrileños que le dieron su confianza ahora se encuentran con que podría ser Ana Botella la que lleve los designios de la ciudad y eso no es lo que ellos plasmaron en sus votos. Los políticos hacen lo que les da la gana y el pueblo a callar. ¿Cuándo se invertirán los papeles? Por cierto, Rajoy también tiene ganas, porque en su partido candidatos tiene cientos por no decir miles, ¿por qué llama ahora a Gallardón? Espe, ten cuidado que lo mismo te vuelves a ver de ministra. Cosas más raras se han visto.