El debate del derroche
Hace algunos minutos que ha acabado el debate entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. La broma del duelo dialéctico habrá costado más de medio millón de euros, de los que sólo 50.000 euros se lo ha llevado el cátering que, dicho sea de paso, ya me dirán ustedes que demontres han pedido los políticos, asesores y demás personal para gastarse ese pastizal. Y menos mal que sólo han sido dos horas debatiendo, añadiéndole alguna más en la preparación del estudio en estos días, pero no visualizo que los operarios hayan tenido derecho a disfrutar de las exquisiteces que sí habrán podido catar el moderador y los equipos electorales de ambos candidatos.
Sinceramente, si estamos quejándonos abiertamente de la situación de crisis por la que atravesamos, de que hay que meter tijera a todo trapo y cargarnos todos aquellos gastos superfluos, nadie entiende que se invierta más de medio kilo en crear un escenario ex novo, que además se utiliza en realidad una sola vez. Hubiese sido más sencillo que una televisión hubiese hecho las veces de sede o, mejor aún, alguna productora. Pero claro, tenemos a unos partidos políticos siempre prestos y dispuestos a la sospecha, que si en un lado están trufados de socialismo, que si en el otro están influenciados por la más rancia derecha. Total, que a fin de cuentas les importa más el supuesto sesgo político de un canal que el ahorrarse unos dineros, por mucho que ahora quieran justificar que es el chocolate del loro.
Y, aparte del coste, tampoco entiendo ni entenderé los pactos, acuerdos y negociaciones varias para minutar el tiempo que se le dedica a cada tema. Es verdad que no podemos estar ad eternum delante del televisor, que en algún momento habrá que ponerle un punto al debate, pero tampoco nos vayamos a engañar. Perfectamente se podía haber partido el debate en dos partes, de tal suerte que cada semana se discutiese sobre cuestiones diferentes. Seguramente, el paro y la desastrosa situación económica de España mereciese casi un monográfico, pero al final sólo fue el punto más relevante junto con la política social y ese cajón desastre de democracia y política exterior.
Claro que, pensándolo bien, casi mejor que nos quedamos con un solo debate, más que nada para que no se vuelvan a gastar medio millón de euros (o más). De verdad, es que termino el artículo y aún no encuentro una respuesta lógica a este gasto excesivo, totalmente prescindible y que habla muy a las claras de las preocupaciones de nuestra clase política, esa casta parasitaria que tan bien suele dejar retratada en sus intervenciones Enrique de Diego.
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Máximo Medina -