Se ríen de la afición
Se están riendo de la afición y ésta empieza a aguantar muy pocas tomaduras de pelo (aunque llevan más de cinco lustros así). Lo que está pasando en el Atlético de Madrid es un vodevil, una obra de folletín, un monumento al surrealismo donde al final acaba pagando el pato quien menos culpa tiene de todo, el entrenador, Gregorio Manzano, que ya es historia, pero que debería de haber dejado de serla hace ya algunas semanas, cuando desde el club se tenía claro que el partido de Copa ante el Albacete iba a ser el último en la casa rojiblanca.
Lo que ha hecho la directiva del Atlético de Madrid es hipotecar mucho más el futuro de la entidad. Lo decía hace algunas fechas. Si fuese empresario y en mi compañía tengo a un empleado en el cual no confío en absoluto, lo que no voy a hacer ni consentir es que éste encima sea el encargado de cerrar operaciones importantes. Lo pondría de patitas en la calle y a buscar a alguien que sepa sacar adelante la empresa. Pero no, en la ribera del Manzanares les gusta el estilo kamikaze (por no llamarlo talibán). Le dicen al técnico, "¡Goyo, que te quedan tres partidos!" Y claro, ¿qué sucede? que si el intrascendente duelo ante el Rennes lo ganas, pero con la desaprobación de una despoblada grada y luego, tres días después, caes ante el Betis, lo normal era que el choque ante el Albacete no lo dirigieses ya, pero en el Vicente Calderón actúan así, sin pensar las cosas.
Ahora dicen que viene Simeone. Bien, aún está por demostrar su valía. Tiene un buen rodaje, pero llega a una casa de locos y, no nos engañemos, esta plantilla no la ha diseñado él (ni siquiera Manzano) sino Caminero, en connivencia con Gil Marín. No es que sea un mal plantel, pero desde luego tampoco es para lanzar cohetes. E insisto, ahora Simeone no va a ser el Moisés que abra las aguas y conduzca a los suyos a los mayores éxitos.
Lo mejor que le ha podido suceder a los rojiblancos es que casi estén tres semanas sin comparecer en el terreno de juego. Los ánimos están demasiado encrespados como para seguir provocando a la afición, pero la próxima vez ya no va a tener la junta directiva o, por así decirlo, los señores Marín y Cerezo el parapeto de un técnico sobre el que los hinchas viertan su ira. Ahora todas las miras telescópicas (poéticamente hablando) van a ir dirigidas hacia el palco.
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Lewis Rogers -