¡Qué pillada, Rajoy!
De nuevo un micrófono abierto le juega una mala pasada al hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. En esta ocasión, en la previa de la reunión del Consejo de Europa, en una conversación informal, aunque había cámaras de por medio, el jefe del Ejecutivo admitió ante el primer ministro de Finlandia que "la reforma laboral me va a costar una huelga". Y encima no ha sido la única pillada, ya que dentro de esas conversaciones informales, en este caso con el primer ministro holandés, Mariano Rajoy reconoció que la situación es "dura, pero ahora viene lo más duro".
Desde luego, hay que reconocer que el fuerte de Rajoy no son, precisamente, los medios de comunicación. Tiene un pánico ancestral a estar delante de los micrófonos, ha intentado por activa y por pasiva huir de aquellos lugares donde hubiese una cámara, les tiene auténtico terror, a excepción hecha de si quien le hace la preguntita tonta del día es una redactora de esos cutre-programas de Telecinco. Ahí sí que Mariano se para unos segundos para responder, aunque, curiosamente, instantes antes es capaz de mandar a sus guardaespaldas para evitar que periodistas de la prensa seria le cuestionen, por ejemplo, por su opinión sobre la huelga general del 29 de septiembre de 2010.
Lo chocante de este miedo que Rajoy tiene hacia los periodista, prácticamente un temor hasta el mismísimo tuétano, es que luego es capaz de protagonizar los capítulos más bochornosos, esas pilladas que pueden echar por tierra toda una estrategia del ostracismo mediático más sólido al que le intentan someter Doña Carmen Martínez Castro y equipo día tras día, mucho más ahora que es el presidente de todos los españoles y parece no querer desvelar sus planes
salvo cuando empieza a largar a diestro y a siniestro pensando que nadie recogerá sus palabras.
Pero sí, lamentablemente para Rajoy, los micrófonos y las cámaras están por doquier y al final siempre te acaban retratando, desde el mismo momento en que sueltas un "Carmen, por favor" para ver si te puedes estaquear de las preguntas incómodas o sueltas un "¡Qué peñazo de desfile!", en referencia a tener que acudir al Día de las Fuerzas Armadas o las últimas perlas vertidas en la previa de la Comisión Europea, comentarios o reflexiones en voz alta que, hasta la fecha, se nos ha hurtado a los españoles y que tenemos todo el derecho del mundo a saber qué planes y qué reformas ebullen en su mente.
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Máximo Medina -