Triste final
Público ya ha dejado de existir. Hoy no lo podrán encontrar ya en los quioscos. La edición en papel, que podía haber seguido hasta el domingo, ya no saldrá este sábado 25 de febrero de 2012. 160 trabajadores se van en la calle y con un futuro laboral bastante negro, sobre todo porque esta santa y bendita profesión que es la del periodismo hay más gente para colocarse que aspirantes a ganar la Euromillones, que ya es decir. Todos, independientemente de sesgos políticos, tenemos que solidarizarnos con esa plantilla que ha luchado con denuedo por sacar adelante el diario, si bien en el último mes, con el concurso de acreedores por medio, la situación ya se hacía totalmente insostenible y quienes debían de haber abandonado el barco los últimos, empezando por el nefasto Roures, lo han hecho antes que nadie, como capitanes aprendices del Costa Concordia.
Y es que hay detalles que no se pueden dejar pasar por alto y uno de ellos es que el empresario de Mediapro, Roures, está gozando a pleno lujo en la meca del cine, en Los Ángeles, mientras en la calle Caleruega 104, en pleno barrio de Pinar de Chamartín, en Madrid, sede del diario, se vivía un auténtico drama. Los empleados recibían la noticia a media mañana y tras dos reuniones, la última finalizada pasadas las cinco y media de la tarde, se decidía no aceptar la extrema unción que se ofrecía a los empleados, es decir seguir hasta sacar la edición del domingo 26 de febrero de 2012. Es más, muy al estilo de la zurda, y en un gesto de mayor dignidad, los periodistas preferían aplicar la eutanasia y no salir en la jornada de hoy. Si se muere, que se haga de pie, no esperar a que te den el tiro de gracia.
De todas maneras, la agonía de Público venía de largo. Desde que Zapatero quedó amortizado, sumado a la crisis exacerbada de España, el diario tenía sus meses contados. Muchos pesos pesados, soto vocee, te decían que el futuro del periódico estaba ya sentenciado, que se debían más de ocho millones de euros, que ni siquiera haciendo el ERE la situación podría reflotarse. La broma de Chávez fue demasiado pesada, nadie creía a pies juntillas que el sátrapa venezolana iba a poner los bolívares para sacar adelante un medio que poco o nada podría hace por promocionar su continuidad al frente del Palacio de Miraflores.
En definitiva, la pena es que los trabajadores de Público hayan tenido la desventura de tener por empresario a un señor impresentable, incapaz de sensibilizarse un ápice con sus empleados. Desgraciadamente, esta es la moneda de uso común en nuestro periodismo patrio y, aunque esté mal hablar de uno, miren lo que pasó con La Gaceta de Canarias, donde un empresario de la harina y del ladrillo quiso meterse a ser el Rupert Murdoch de las Islas y acabó siendo lo más parecido al Dioni.
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Máximo Medina -