Pasarela Llamazares
El mundo de la moda está perdiendo un auténtico filón con Gaspar Llamazares. Los grandes diseñadores españoles, cabreados como una mona (y con razón) con el COE por el diseño mamarracho de los uniformes de la delegación española para los Juegos Olímpicos de Londres, deberían de ir pensando en reorientar su negocio, ahora que gobierna el PP y que la calle va a estar más caldeada que nunca, hacia la moda revolucionaria, propagandística y de algarada callejera.
El candidato ideal para hacer de modelo es el diputado de IU que, a buen seguro, no tendría reparo en ofrecer su cuerpo serrano, esculpido a fuerza de ir de aquí a allá quemando suela de zapato proletario, para presentar la nueva colección primavera-verano y otoño-invierno de la Pasarela Plaza Cibeles (básicamente porque ese suele ser el punto de congregación de los huelguistas y manifestantes varios).
Llamazares, desde luego, apunta maneras para tener un esplendoroso futuro fuera de la política. Tiene el porte y elegancia del clásico comunista y puede llevar a partes iguales el look No a la guerra como el de No a los recortes educativos o las pintas casuales de Sí a la huelga. Lo importante, como todas las modas, son los complementos, en especial una chapita, una pegatina o un dibujo perfectamente serigrafiado.
Eso sí, la condición para poder lucir esta moda es que siempre gobierne en La Moncloa o en la comunidad autónoma de turno la rancia derecha. Si se hace estando la zurda en el poder sólo se puede sacar el trapito verde o la pegatina rojinegra en época de carnavales, donde todo es engaño, truco e ilusión, como la estafa de la huelga general del 29 de septiembre de 2010. A lo sumo, si gobierna el PSOE, sólo se permite el look saharaui mosqueado, pero el monopolio lo tiene Willy Toledo y no está por repartir beneficios ni hueco en su peculiar pasarela.
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Máximo Medina -