Desahucios, una cuestión peliaguada
Dos suicidios en las últimas semanas a consecuencia de los desahucios de viviendas o negocios. Ahora mismo es el tema recurrente en España y para el que se han unido los dos grandes partidos en busca de consensuar una ley de medidas urgentes que ayude a paliar un asunto muy delicado, donde se dan cita componentes de muy difícil, cuando no nulo, entendimiento y comprensión por parte de nuestro marco legal. Desgraciadamente, la comitiva de cualquier desahucio no tiene ahora mismo más remedio que ejecutar lo escrito en los términos en que viene dictado, sin saltarse media coma del guión. ¿Duro? Sí, muy duro y terrible, pero la solución o soluciones tampoco son sencillas de buscar y menos aún de plantear.
Ya sabemos que lo ideal sería que se frenasen absolutamente todos y cada uno de los desahucios que hay en nuestro país, que es el drama convivencial de decenas de miles de familias que no encuentran una salida laboral y que ven que sus propiedades, directamente, son pasto de unos bancos que reclaman lo que en verdad es suyo, unas hipotecas y unos intereses que fueron firmados en tiempos de bonanza y sin que nadie pensara realmente que este estado de bienestar podía revertir en cualquier momento.
No seré quien defienda a bancos y a cajas de ahorro, que han sabido hacer muy bien su labor de acumular beneficios a costa de unos clientes que cada vez veían más reducidas sus ventajas y la disponibilidad de gran parte de su dinero al socaire de contratar unos productos financieros más tóxicos que desayunar pastillas de cianuro mojadas en lejía como las opciones preferentes sin ir más lejos.
Sin embargo, y en el habitual rol de abogado del diablo, habrá que analizar en este cambio de la legislación qué casos se tendrán en consideración. En el suicidio del pasado 9 de noviembre de 2012 en la localidad vizcaína de Baracaldo, según las informaciones de todos los medios de comunicación, tanto la fallecida como su esposo trabajaban, el problema vino por la esposa que ocultó al marido que había avalado al hermano y que puso como garantía su propio piso.
Lo que no puede darse ahora como gran ley universal es que uno deje de abonar las letras correspondientes al banco y que pida al mismo tiempo que no le desahucien o amenaza con el suicidio. Se trata de que todos conservemos nuestra vida, al fin y al cabo lo más importante, pero si empezamos a no pagar como regla general (insisto en que habrá que ver cada caso en su contexto) esto va a adquirir matices muy diabólicos.
2 comentarios
Máximo Medina -
Maria -
El problema es que al pueblo no se le permite hablar y cuando lo hace es como clamar en el desierto, que nadie escucha, pues eso.
En los pueblos de España hay sabiduría a raudales y los ancianos que habitan esos pueblos no han necesitado ir a la escuela para saber de economía.
Ya lo decían unos abueletes en Soria hace cinco años. Si ganas cinco no puedes gastar seis, porque se va todo al carajo. Si ganas cinco, para curarte en salud, tienes que gastar uno, aunque eso también me parece un poco excesivo. Hasta cuatro puedes llegar.
El caso es que no se puede gastar lo que no se tiene y no te puedes endeudar hasta las cejas por adquirir un piso, que, en gran parte no tienen el valor real al que te quieren vender la moto. Porque en muchos casos los ladrillos son, casi, casi, de escayola y puedes escuchar hasta la respiración del vecino.
Pero si quieres vivir por encima de tus posibilidades pues es lo que ocurre, que te embargan. Es obvio que los bancos no son ONG´s, ni se parecen en el más minimo detalle. Están ahí para ganar dinero. Es su negocio. Y últimamente se han convertido en inmobiliarias.
Y además tienen muy bien aprendido ese negocio porque han estado derrochando un dinero que no es suyo y ahora, encima, tenemos que, entre todos, arrimar el hombro y financiar sus negocietes.
Es una lástima que esa falta de escrúpulos arrastre a la gente al suicidio. La avaricia rompe el saco y este se ha roto por los cuatro costados.
@MMariaSp