Educar en valores
Me gustaría que todos los entrenadores de los equipos trabajáramos en la misma línea, fomentando el deporte limpio y el desarrollo personal y social de los jugadores. Esta frase, cargada de toda la razón del mundo, la pronunció en una entrevista Ruth Zubieta, a la sazón entrenadora del equipo de prebenjamín de Liceo Europeo y coordinadora de deportes del colegio.
Y es que si algo tenemos que inculcar a los más pequeños es que en el deporte se puede ganar, empatar o perder, pero por encima del resultado hay unos valores que se deben tener muy en cuenta si queremos integrarlos en la sociedad futura como seres que saben apreciar la lealtad, la solidaridad, el compañerismo, el saber felicitar al rival cuando éste ha ganado en buena lid o también entender que no es saludable hacer chanza del derrotado.
Evidentemente, los medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, loan al campeón, ensalzan las virtudes de ese jugador que puede meter cuatro goles en un partido o acribilla a triples a conjunto rival. Es lógico centrarse en lo visible, en quien triunfa sobre el que pierde, pero tampoco podemos arrinconar a quienes han hecho ese esfuerzo para estar ahí. No son chicos apestados ni fracasados, son chavales que se intentan divertir por encima de un guarismo y en eso los propios entrenadores tienen una responsabilidad suprema.
No puede valer esa máxima de ganar por lo civil o por lo criminal. El deporte, bien entendido, no deja de ser un juego, un bonito pasatiempo que, desgraciadamente, cuando se mezcla con el vil metal cobra una dimensión diferente. En esa esfera, la profesionalizada, se recurre a cualquier artimaña para sacar un plus, una ventaja adicional. En ese sentido, por ejemplo, me da cierta envidia el ejemplo de fútbol inglés, donde hasta en los más altos niveles se exige un respeto y no es la primera vez que al tramposo de turno le ha caído una sanción ejemplar por perjudicar la limpieza y la pureza de la propia competición.
Desgraciadamente, en España seguimos pensando que triunfa el pícaro sobre el honrado y aunque existen almas cándidas como Ruth Zubieta que abogan por fomentar unos valores bien definidos, parece seguir predominado aquellos que tiran directamente por la triquiñuela. Y es que la pureza en el deporte no está recompensada, aunque la situación puede revertirse si empiezan a abundar ejemplos como los de esta entrenadora de Liceo Europeo. Al menos los chicos que pasen por sus manos van a salir con unos valores impagables. Y eso luego, el saber respetar las reglas del juego, se traslada de la cancha a la vida cotidiana.
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Lewis Rogers -