Si Soria fuese catalana...
Si Soria fuese catalana, hace mucho tiempo que la autovía que debía unirla con la A-2 (Madrid-Barcelona) ya estaría acabada y a pleno rendimiento. Pero no, resulta que el Ministerio de Fomento lleva años pasando de los sorianos a los que deja de la mano de Dios y de la inoperancia supina. Apenas se han ejecutado un par de tramos, uno un poco más allá de Medinaceli y el siguiente varios kilómetros después. Entre medias, trampas mortales a modo de glorietas imposibles y trozos de carretera que resulta poco menos que infernal, máxime en estos últimos días con lluvia.
Soria, como Teruel, parecen dos ciudades condenadas al olvido, al ostracismo por parte de nuestros gobernantes. Mientras Cataluña se lleva siempre el premio gordo de todas las infraestructuras habidas y por haber, ampliaciones del aeropuerto del Prat, AVE hasta Figueras y Gerona, autopistas y así un largo etcétera, otras regiones de esta nuestra España permanecen ancladas en la mayor de las marginaciones. Total, pensarán los que tienen que administrar el destino del país, los sorianos son gente maja y no se quejan (o si lo hacen son tan pocos que su queja apenas llega a Guadalajara).
Alguien, con la autoridad que le confiere el blandir los documentos pertinentes, podrá, oportunamente, esgrimir el argumento de que hablo de oídas, que la vía se está terminando, que sólo quedan remates. Pues bien, ese cuento de los remates lo llevan escuchando los sorianos desde hace años, y no un lustro, sino más de una década. Las obras van a paso tan lento que una tortuga que hubiese iniciado un hipotético recorrido de Cádiz a Gerona ya hubiese llegado en este tiempo al final feliz de su aventura. Mientras, los habitantes de esta coqueta región castellano leonesa se ven abocados a ser siempre plato de cuarta o de quinta. Siempre habrá obras más relevantes en otras comunidades, sobre todo si tienen el sello eminentemente nacionalista del PNV o de CiU.
Soria merece ser tenida en cuenta y qué menos que se culmine de una vez por todas una vía que ese esencial para que los conductores y, especialmente los transportistas, ahorren varios minutos en su trayecto, amén por supuesto de ganar una seguridad que a día de hoy, desgraciadamente, no la tienen en muchas partes de su recorrido. Y mejor no hablemos de las conexiones ferroviarias, prácticamente nulas y con horarios que parecen programados por los Hermanos Marx.
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Máximo Medina -