Parque Marítimo César Manrique: A las siete, mándese a mudar
La ciudad de Santa Cruz de Tenerife no se destaca, primordialmente, por disponer de una línea de costa decente. Dentro del casco urbano mantiene una especie de ¿playa? al lado de lo que es conocido popularmente como El Lazareto, un antiguo vertedero sobre el que se ha construido un parque, El Palmetum, donde aún los vecinos no pueden acceder debido a las emanaciones de porquería diversa y que los estudios de sanidad del Ayuntamiento han desaconsejado su utilización. Para ello, se construyó el Parque Marítimo, inspiración del célebre César Manrique, pero desde luego el arte del genial escultor, pintor y arquitecto conejero no tuvo su extensión en la manera de gestionar esta instalación.
El Parque Marítimo César Manrique es una suerte de surrealismo en el que cada vez que se quiere hacer algo con criterio, viene la institución de turno a meter el remo, de tal suerte que aquí ya nadie sabe qué sucede a ciencia cierta y qué sorpresas se pueden llevar los usuarios, amén, por supuesto, del año largo que permaneció con la cancela echada por mor de unas denuncias y unos tejemanejes tremendos, entre los que se incluían unos supuestos líos de faldas. Los perjudicados, a fin y a la postres, los usuarios de esta instalación y los trabajadores que se las vieron y se las desearon para percibir sus emolumentos. De hecho, aún colea por los juzgados de nuestra provincia alguna que otra reclamación de cantidad.
El caso es que la sorpresa que algunos usuarios se han llevado en estos días de agosto es que el Parque Marítimo viene a chapar sus puertas alrededor de las siete de la tarde. Bueno, para no faltar a la verdad, lo cierto es que a esa hora ya no dejan bañarte en las piscinas porque proceden a su limpieza y preparación para la jornada venidera y no hay que irse muy lejos, hace tan solo dos o tres días para recordarle a los actuales gestores que en Santa Cruz de Tenerife hemos padecido temperaturas por encima de los 30 grados y un elevado porcentaje de humedad. Es decir, cuando mejor está uno en el agua, llegan estos ‘genios’ y desalojan aquello como si se acabase de declarar un brote de peste en la instalación.
Luego, evidentemente, se quejarán de que los ingresos no cubren para mantener abierta la instalación, de que al personal no se le puede pagar una nómina cuantiosa o de que, incluso, hay que prescindir de empleados, pero es que es normal que lleguemos a este estado de cosas. Es como si un restaurante lo abrimos de 12 a 14 horas y de 19 a 21 horas, evidentemente las ganancias serán mínimas o, lo más seguro, las pérdidas están aseguradas y el cierre será más que eminente. Es de Perogrullo.
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Beatriz -