Pinganillos en el Senado: otro dislate y disparate
PP y PSOE tendrán muchas diferencias, se tirarán mutuamente a la cabeza los casos de corrupción, que si Bárcenas por aquí, que si ERE fraudulentos por allá, pero cuando hay que ponerse de acuerdo en el tema de despilfarrar el dinero de todos los ciudadanos, fíjense ustedes, se las pintan solos para llegar a un rápido entendimiento y además, si fuese necesario, prolongar el disparate hasta el infinito y más allá. Estas son las disfunciones de nuestro sistema, viciado por la entente cordiale de dos partidos que se han instalado hasta el fin de los tiempos en el poder y que, broncas parlamentarias aparte, saben que se alternarán en el poder cuales Cánovas del Castillo y Sagasta.
¿Y cuento de qué viene toda esta perorata? Muy sencillo, porque desde hace unos pocos años el Senado aprobó una partida de 350.000 euros en unos pinganillos para la traducción simultánea. Alguien pensaría que igual la Cámara Alta empezaba a acoger las visitas de insignes líderes internacionales como Obama, Putin, Cameron, Hollande o Merkel. Pero no, resulta que no está previsto en el orden del día que alguno de estos dirigentes vaya a dirigirse a sus señorías. Estos pinganillos son para que un senador de Cáceres pueda entender a su homólogo gallego o para que una senadora riojana pueda comprender lo que dice un catalán
y eso siempre que el gallego o el catalán les dé por tirar de su idioma regional, que en muchas ocasiones ni eso.
Lo peor de todo es que el PP, con mayoría absoluta en el Senado, haya permitido y consentido la renovación de un contrato que en nada le beneficia a los ciudadanos y que es un gasto superfluo de esos que tanto podría ahorrarse el Ejecutivo de los recortes. Pero, vamos a ver, ¿tan difícil es asumir que todos somos españoles y que, por tanto, nos podemos entender con el mismo idioma? Pero si es que vascos, catalanes o gallegos hablan perfectamente el castellano y así se dirigen al ministro de turno en ese idioma. ¿A qué este festín innecesario? Lo que pasa es que ya nos hemos acostumbrado a la hipocresía en política. Hubo gente del PP que cuando gobernaba el PSOE criticó lo del pinganillo, pero ahora, estando en el poder, no sólo lo asume, sino que renueva el contrato, a razón de 350.000 euros. Un disparate económico y también un atentado contra la razón.
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