La banalización de la mujer en la publicidad
Siempre es un placer encontrar a jóvenes periodistas valientes, a gente que sabe cómo llamar al pan, pan y al vino, vino. Se trata de Francisco José Rodríguez Barrios, un joven venezolano graduado en Periodismo por la Universidad de La Laguna. Actualmente compagina sus estudios de Máster en Marketing en la Universidad Autonóma de Barcelona con los del Grado en Estudios Ingleses por la UNED. Ha desarrollado su labor periodística como redactor en la Agencia Canaria de Noticias (ACAN); así como con diversas colaboraciones en portales web deportivos (Solobasket, TenerifeDeportivo.com). Ahora empezará también a demostrar su faceta opinativa con colaboraciones fijas para Proyecto Hoy. La primera, espectacular, basada en cómo la publicidad sigue tratando de manera frívola la figura de la mujer.
Sin más, aquí les reproduzco íntegro su post y que ustedes lo disfruten: Violencia de publicidad; violencia de veinte segundos
¿La mujer en la publicidad? ¿Cómo lo definiríamos? ¿Cómo lo describiríamos? ¿Sigue el mismo patrón? ¿Es un reflejo de la sociedad? ¿Sigue aún vigente? Detengámonos a pensar. Rebobina, piensa, recuerda, rebobina, piensa, recuerda. Un segundo, dos, tres… diez, veinte. Ya no más; eso ha sido todo: veinte segundos. Y es que ese es el tiempo necesario que la publicidad se toma para definir el rol de la mujer en la sociedad.
Desde el blanco y negro televisivo hasta nuestros días, la historia publicitaria se ha encargado de crear, mantener o reforzar el pensamiento y el rol de cada sexo en nuestro entorno. No hay que investigar demasiado para darse de cara con anuncios que legitiman una civilización hecha por y para el hombre, un sistema en el que por el simple hecho de ser mujer existen unas obligaciones de conducta. Porque existe la violencia de género, pero también, dentro de aquella, la violencia de publicidad, y para ello no hace falta demasiado: un segundo, dos, tres…
1. ¿La mujer ideal?
Buena en la cocina, experta en el hogar. Ese es ‘el repertorio de virtudes’ que se valoraba en la mujer de principios del siglo XX y que, aún hoy, condicionan a gran parte de la sociedad.
2. La mujer servil; la mujer silenciosa
No hay quejas, la mujer no se queja, y si lo hace, es siempre en secreto. El franquismo en España es uno de los ejemplos más claros de la búsqueda de la mujer dependiente al hombre, ama de casa esclavizada y menospreciada y dispuesta a aguantar tanto el maltrato físico como el sicológico.
3. Definición de roles y su perpetuidad
La modernidad prosigue con la distinción: el hombre se dedica al trabajo y la mujer se desvive por el hogar. Incluso, como en este anuncio de Ariel (una de las marcas que profesa un mayor machismo publicitario; así como una de las más vendidas en el mercado) los hijos buscan ser como el padre (médico) y relegan a un segundo plano la importancia de la madre.
4. La cosificación de la mujer
En nuestro momento actual de publicidad, la mujer ha pasado a ser un objeto y una utopía. Así, además de mantener roles, ahora ha de tener un cuerpo perfecto, una estética inalcanzable y, para terminar, se tiene que comportar como un objeto para atraer al hombre. Marcas tan reconocidas como McDonald’s o AXE se encargan de difundirlo.
5. Menosprecio
Es tan fuerte la asociación mental que hace nuestra sociedad cuando aparece el concepto de mujer, que ni en campos (deporte o cultura) en los que la mujer ha ganado terreno se le deja de recordar su estereotipo. Una clara muestra es este spot del Campeonato de Europa de Fútbol, difundido por la cadena pública alemana. En él se ve cómo una futbolista utiliza sus habilidades futbolísticas para poner una lavadora.
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