Adriana Abenia: el trampeo como modus vivendi
Adriana Abenia es el fiel reflejo de la España actual, un país donde no se premia es esfuerzo, donde la cultura del sacrificio queda relegada a un plano secundario. Abunda la gente que prefiere tirar por el atajo de hacer las cosas fáciles, de tirar barro contra la pared a ver si cuela, de creer que todo se consigue con facilidad, sin levantarte del asiento o sin restarle horas de sueño a la semana. Parece que está de moda no sólo la holganza, sino el truco de intentar lograr una recompensa sin pegar un palo al agua.
Esta señorita participó recientemente en un concurso, Pasapalabra, y la muy fresca, porque otro calificativo no se me ocurre, no tuvo mejor ocurrencia que, para intentar adivinar una canción, ocultó su móvil para que, con una aplicación que te dice todo acerca del tema, ser ella la que diese la respuesta. Sin embargo, la neurona no le llegó para intuir que con el aparato activado no sólo podrían producirse evidentes interferencias, sino que encima había una especie de lucecita azul bastante perceptible y el presentador no tuvo más remedio que llamarle cariñosamente la atención.
Pues bien, cuando toda la polémica había quedado zanjada, llega Adriana y asegura que ella no sabía que no podía utilizar esa ayuda. ¿De verdad lo creía? Hasta ahora uno pensaba que a los concursos no iba a hacer un fraude de ley, que uno tiene que luchar con las armas de la inteligencia y de los conocimientos adquiridos, pero no emplear calles del medio para, encima, tratar de quedar ganador por encima de los demás. A Dios gracias que a los tramposos se les acaba pillando tarde o temprano para mayor enrojecimiento de su pétrea tez. Y a Adriana Abenia le han pillado con el carrito del helado, pero además a base de bien.
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