Las Teresitas, como el Bronx
No hace falta irse al Bronx de Nueva York para correr el riesgo de que te den una paliza porque sí. Ni siquiera tiene uno que arriesgarse a transitar por la Cañada Real, en Madrid, para vivir la sensación de ser desvalijado por gitanos, drogadictos y toda gente de mal vivir. Ni tan siquiera tiene que adentrarse en La Cuesta Piedra o El Polvorín para ser objeto de un atraco a mano armada o hacerse acreedor a una paliza propia de una película de acción. Ahora puede usted sentir la experiencia de verse acosado a plena luz del día en la capitalina playa de Las Teresitas, en Santa Cruz de Tenerife y además con la fortuna para los delincuentes de que la Policía Local levanta su chiringuito de vigilancia pasadas las siete de la tarde y ya los facinerosos pueden actuar a sus anchas.
El caso que les relato es el de una mujer joven, profesora y que en las tardes, aprovechando que los días son más largos, aprovecha para ir a practicar deporte en Las Teresitas. Pues bien, hace tan solo unas semanas, esta persona, justo cuando ya se dirigía a su vehículo para dar por concluida su sesión de caminata playera, era abordada por un individuo que sin mediar palabra le dejó la cara como un Cristo (y no el de La Laguna precisamente). Si el sujeto la hubiese querido violar, no habría tenido mayor problema porque allí, a pesar de que aún hay varios bañistas a esas horas de la tarde, no había presencia policial ni cámaras de seguridad que se precien.
Lo peor es que la mujer ha jurado que no vuelve a la playa porque entiende, y los argumentos le sobran, que es un lugar inseguro y donde uno está expuesto, en el mejor de los casos, a los robos por parte de los descuideros y ya, elevando el nivel, a palizas e intimidaciones de gentuza que campa a sus anchas porque saben que no tendrán mayores obstáculos para llevar a cabo sus violentas acciones. Y seguro que algunos aún se preguntarán en el Consistorio santacrucero porque Las Teresitas lleva más de 15 años sin recibir la bandera azul. Hechos como éste dejan bien a las claras que este lugar le importa una higa al Ayuntamiento.
Desde la distancia, me apena enormemente que este emblemático lugar esté dejado de la mano de Dios, al albur de desgracias constantes. Y es que cuando no es un derrumbe de la montaña, es un emisario submarino que se rompe, una plaga de medusas o los continuos robos que se producen a diario dentro de la playa y en la zona de parkings. Pero ahora ya hemos ascendido un escalafón más y hemos llegado al nivel de trompada y tente tiesa.
Artículo publicado originalmente en ABC Canarias
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