Redes sociales sí, pero con un límite
Las redes sociales, qué duda cabe, se han convertido en una herramienta esencial, casi imprescindible en el devenir cotidiano. Cualquier empresa que se precie dispone hoy en día de perfil en las principales páginas, ya sea Twitter, Facebook, Google Plus, Linkedin y no digamos cualquiera de nosotros. Ya es casi buscar la aguja en el pajar encontrar a alguien de nuestro entorno que no está metido de lleno en esas redes. Forman parte de nuestra vida y con ellas tenemos que convivir, aunque también merita una serie de reglas esenciales a cumplir si no queremos llevarnos disgustos innecesarios que pueden llevar, incluso, al despido laboral.
Eso es lo que le pasó a un trabajador de una empresa británica en Norwich. El incauto no tuvo mejor ocurrencia que subir a su perfil de Facebook la imagen de la chaqueta de un compañero suyo (cierto es que la prenda era de verdadero friki) y poner un comentario hiriente al que, rápidamente, se sumaron otros empleados de la compañía. Sin embargo, a sus jefes no les hizo ni pizca de gracia y decidieron poner de patitas en la calle al incauto por dar una pésima imagen de la empresa en las redes sociales.
Y es que haciendo un rápido recorrido por los perfiles de gente que conocemos a veces nos podemos llevar las manos a la cabeza cuando vemos como cuelgan sin asomo de reflexión alguna las fotos y vídeos de juergas salvajes, de mensajes en contra de la propia empresa para la que trabajan o fotos que son, cuando menos, de dudoso gusto y que pueden invitar a un superior a pensar si ese empleado les merece la pena tenerlo en nómina.
Cierto es que hay un pensamiento lógico por parte de aquellas personas que defienden que uno no debiera colgar su vida personal, por muy anodina que sea ésta, en las redes sociales. Puede ser cierto, sin duda, pero entonces entraríamos en colisión y contradicción con lo que es el propio concepto de red social. Si nada tienes que enseñar o mostrar, ¿para qué te haces un perfil en Facebook, Twitter o Instagram? Es casi como apuntarte a un gimnasio y pretender seguir con una dieta a base de diez hamburguesas diarias. O haces una cosa o la otra, pero las dos a la vez no es posible
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